Mitad y mitad
Publicación: 13/07/2012 (20:41)
MUNDOTORO
Pamplona (España). Con las tardes de toros pasa como con las frutas: hay que abrirlas para saber qué hay dentro. Abierta, la novena de San Fermín mostró dos mitades claramente diferenciadas. Buena la del principio, con tres toros de muy distinta condición pero con posibilidades y dos faenas notables, la de Perera al segundo, que quedó sin premio por culpa de la espada y la de Talavante al tercero, que le valió una oreja sin resquicios. La segunda mitad tuvo un tono menor, en sintonía con el escaso juego de los dos últimos de la corrida.
El segundo fue un toro importante por su carbón. Toro en 'jandilla', se movió mucho desde el principio y mucho aguantó. No tenía clase excesiva, pero ya se encargó Perera de darle relieve a la faena con una receta clara: firmeza y mando. A la primera tanda sobre el derecho, buena por la ligazón, le siguió otra al natural, de mucha hondura y despaciosidad. Se echó de menos algo más por ese lado, antes de que Perera échase mano de la garra para cerrar la faena en emoción. Una tanda más por el izquierdo, y una buena estocada, habrían puesto en su mano las dos orejas. Sin embargo, el balance fue silencio. El melocotón quinto no le dio opción de desquite.
Alejandro Talavante cortó la oreja del tercero, que se movió bastante menos que el segundo. Se le cuidó mucho en el caballo porque no parecía tener muchas fuerzas, y por eso la sorpresa se sumó al disfrute en la labor de Talavante. El extremeño, tan delgado como lúcido, le dejó la muleta puesta, le echó los vuelos y así lo fue llevando largo en tandas que tenían temple y ritmo. Hubo al natural dos series sobresalientes, y otra más sobre el derecho. La frescura de los adornos reforzaba el conjunto. Tras la estocada entera, vino el trofeo. La Puerta Grande estaba entreabierta, pero la estolidez del sexto la cerró con portazo.
El Fandi, que le hizo un quite providencial al banderillero Juan Sierra, arrollado por el segundo, tuvo en sus manos un lote de toros manejables y con calidad. En ambos dio espectáculo con las banderillas (un cuarto par en el cuarto fue su manera de luchar contra el barullo de la merienda), pero las faenas de muleta no terminaron de cobrar solidez. Contuvieron muletazos estimables y disposición por parte del torero, pero la escasa transmisión de los astados no le hizo un favor.
Pamplona (España). Con las tardes de toros pasa como con las frutas: hay que abrirlas para saber qué hay dentro. Abierta, la novena de San Fermín mostró dos mitades claramente diferenciadas. Buena la del principio, con tres toros de muy distinta condición pero con posibilidades y dos faenas notables, la de Perera al segundo, que quedó sin premio por culpa de la espada y la de Talavante al tercero, que le valió una oreja sin resquicios. La segunda mitad tuvo un tono menor, en sintonía con el escaso juego de los dos últimos de la corrida.
El segundo fue un toro importante por su carbón. Toro en 'jandilla', se movió mucho desde el principio y mucho aguantó. No tenía clase excesiva, pero ya se encargó Perera de darle relieve a la faena con una receta clara: firmeza y mando. A la primera tanda sobre el derecho, buena por la ligazón, le siguió otra al natural, de mucha hondura y despaciosidad. Se echó de menos algo más por ese lado, antes de que Perera échase mano de la garra para cerrar la faena en emoción. Una tanda más por el izquierdo, y una buena estocada, habrían puesto en su mano las dos orejas. Sin embargo, el balance fue silencio. El melocotón quinto no le dio opción de desquite.
Alejandro Talavante cortó la oreja del tercero, que se movió bastante menos que el segundo. Se le cuidó mucho en el caballo porque no parecía tener muchas fuerzas, y por eso la sorpresa se sumó al disfrute en la labor de Talavante. El extremeño, tan delgado como lúcido, le dejó la muleta puesta, le echó los vuelos y así lo fue llevando largo en tandas que tenían temple y ritmo. Hubo al natural dos series sobresalientes, y otra más sobre el derecho. La frescura de los adornos reforzaba el conjunto. Tras la estocada entera, vino el trofeo. La Puerta Grande estaba entreabierta, pero la estolidez del sexto la cerró con portazo.
El Fandi, que le hizo un quite providencial al banderillero Juan Sierra, arrollado por el segundo, tuvo en sus manos un lote de toros manejables y con calidad. En ambos dio espectáculo con las banderillas (un cuarto par en el cuarto fue su manera de luchar contra el barullo de la merienda), pero las faenas de muleta no terminaron de cobrar solidez. Contuvieron muletazos estimables y disposición por parte del torero, pero la escasa transmisión de los astados no le hizo un favor.
Plaza de toros de Pamplona. Noveno festejo de la Feria de San Fermín. Lleno. Toros de Juan Pedro Domecq, correctamente presentados, nobles pero faltos de fondo en líneas generales. El segundo tuvo transmisión y mayor duración. El Fandi, silencio y silencio; Miguel Ángel Perera, silencio y silencio y Alejandro Talavante, oreja y silencio. |
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