Manzanares arrolla a su paso por el Pisuerga
Día 07/09/2013 - 23.05h
Corta cuatro orejas en la corrida estrella de Valladolid, con un toro de El Pilar de vuelta al ruedo
La corrida estrella empezó con retraso por la lluvia, pero se precipitó por las aguas del triunfo en cuanto se abrieron las compuertas de una entretenida tarde, la de mayor ambiente, con dos hierros: Victoriano del Río y El Pilar. De Moisés Fraile fue el toro del sexteto, un ejemplar al que Manzanares aplaudió de lo lindo después de disfrutar de ídem con él.
Había apretado en banderillas este quinto, con transmisión de principio a fin. Brindó al público el torero, que acompañó divinamente en redondo, oxigenó y midió distancias... ¡Cómo era «Mirabajo», con una fijeza de lujo!Aunque no le sobraban las fuerzas, humillaba con nobleza y movilidad. Y José María Manzanares, con un crespón negro en recuerdo del fundador de su dinastía, se recreó con empaque y gusto, ingredientes que entusiasmaron al personal sin ser obra de grandes alardes de pureza, antes de matar recibiendo. La espada cayó defectuosa y el pilarico tardó en doblar entre una sonora ovación. Su agradecido lidiador pidió la vuelta al ruedo para «Mirabajo», que fue concedida, al igual que las dos orejas que regaló al ganadero, orgulloso de la bravura cosechada.
Pleno del alicantino
Pleno de Manzanares, que arrolló a su paso por el Pisuerga y cortó otros dos trofeos al bravucón (que no bravo) segundo, que se enceló en el caballo, esperó en banderillas y hubo de entrar en acción Castella para socorrer a la laureada cuadrilla. En aquella faena hubo detalles, estética y cierto poder en derechazos que calaron con intensidad. Si se lo hubiese pasado un poquito más cerca y con más reposo, la cosa hubiera sido de mayor importancia. Pelillos al río.
Buena imagen de Sebastián Castella con el lote más flojo. Vertical y sereno se estrenó el francés, que remató con una torera trincherilla en la que, de tanto profundizar, el impresentable torete se desplomó, como haría luego en cuanto le bajó la muleta a derechas. Lástima porque embestía con mucha calidad, aprovechada por Sebastián, que adormeció series diestras con agradecida templanza, intercalando bonitos cambios de mano. Antes de meterse entre los pitones, introdujo tres naturales de sobresaliente vuelo en su labor in crescendo. El cuarto desató ilusiones cuando se abrazó literalmente al capote mientras besaba la arena con fijeza. Qué pena su invalidez, porque aquello era un querer embestir y no poder. C’est la vie. El galo, que se lentificó por estupendas chicuelinas, se vistió de sanador de débiles a media altura sin opción de lucimiento.
Alejandro Talavanteenseñoreó el don de su izquierda. A babor, que era el pitón delvictoriano, manejó las telas con autenticidad. Mientras algún graciosillo le pedía que cantara después de aflamencarse por bulerías en el festejo televisado de Mérida, el extremeño exprimió naturales de muy buena onda que ya valían de por sí el premio. Anduvo bien con el mansito y potable sobrero, pero el acero estropeó todo.
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