lunes, 5 de marzo de 2012


Juan José Padilla: Resurrección en Olivenza

«Siempre me quedará un vacío enorme si no cumplo mi sueño», admite el matador, que perdió en Zaragoza la vista de un ojo

04.03.12 - 09:24 -
Juan José Padilla: Resurrección en Olivenza
Cuando Juan José Padilla, a media tarde de hoy, ponga un pie en el ruedo de Olivenza, con el capote de paseo crujiendo de ajustado, el parche en el ojo y la mano en saludo torero, un hombre habrá hecho, de nuevo, historia del toreo. Poco importa si en sus dos faenas el matador logra destapar el tarro de las esencias de la tauromaquia y cantan desde los cielos los ángeles por el arte de Cúchares, o si consigue parar el tiempo con el capote; el 'asunto Padilla' es una cuestión de valor, de héroes, de ética antes que de estética.
Los sueños desbocados de Juan José Padilla son un imán poderosísimo que tendrá esta tarde a gentes de medio planeta mirando al ruedo. Esta semana, el torero de Jerez ha sido portada en el mismísimo'The New York Times' y en Olivenza las entradas han volado. Padilla, Morante y Manzanares con toros de Núñez del Cuvillo. Ese cartel ha llenado la plaza y los hoteles de la zona, algunos haciendo el agosto a 300 euros la noche con gentes venidas de muy lejos. Lo que en otros géneros sería una cuestión de morbo, en la tauromaquia consiste en la sublimación del riesgo, base última de la fiesta de los toros.
«Volveré a ser el Padilla de siempre», asegura. Lo de esta tarde viene a ser un 'remake' moderno del asunto aquel del Minotauro, de la lucha de Hércules y los bueyes de Gerión. El combate mitológico entre el toro y el hombre arrancará a media tarde en Olivenza, pero la pelea del hombre contra el hombre comenzó mucho antes, justo cuando Padilla se despertó en octubre en el Miguel Servet de Zaragoza y le dijo a su apoderado Diego Robles que quería reaparecer en América. Y se enteró de que no. Todos menos él sabían qué había pasado. Días antes, tras el tercer par de banderillas, un toro le achuchó la carrera, lo tiró al suelo y un pitón como un rayo le partió la cara contra el albero, desde debajo de la mandíbula hasta el ojo. Las fotos ya habían dado la vuelta al mundo cuando el torero se fue enterando con la suavidad implacable con que llegan los disgustos, que probablemente no vería más del ojo izquierdo. Le tocaba de nuevo bajar al infiernos de los quirófanos en los que se operan las carnes pero no las almas. Padilla estaba destrozado anímicamente, ahogado en una depresión cenagosa en la que lo había metido el toro y de la que solo el toro podía sacarle.
No soy un héroe
«Volveré a torear, aunque sea con un parche», dijo, y el mundo se deshizo en mensajes de apoyo y ánimo. Los guarda en un libro que le regalaron y esta tarde serán parte de su capilla en la solitaria habitación de hotel en la que ya lidia con sus fantasmas. Les decidió plantar cara bien pronto y el 31 de diciembre reunió a su familia en la finca de Ricardo Gallardo y toreó una vaca. Desde entonces no ha salido de la sala de rehabilitación, del quirófano y de las plazas de tientas en las que ya ha matado una decena de toros, mientras en Twitter se acuñaba la etiqueta #HéroePadilla. «No soy un héroe, solo le pongo voluntad a las ilusiones que Dios me ha dado», aseguraba junto al fuego de su casa de Sanlúcar con su hijo Martín andándole entre los pies. «La gloria implica sufrimiento y yo lo pago con gusto», asegura en descargo de la mala suerte.
Sobre la silla del hotel ya espera el traje verde esperanza que ha diseñado Antonio Cabello y que ha confeccionado Justo Algaba con bordados de laureles romanos que invocan la suerte y la victoria. Los necesita. Al margen de una parálisis facial, la mandíbula descolgada y un zumbido en un oído, la cornada le dejó un ojo con el que de momento no ve, ese que tapa con un parche y que le resta, obviamente, visión. Él le quita importancia: «Si un toro te va a agarrar, da igual que tengas un ojo o cuatro, que te coge». Ante el peso de la cita de hoy se cruzan en mensajes telefónicos algunas preguntas clave:
-¿Sabes que no tienes por qué demostrar nada más, verdad?
-Siempre me quedará un vacío enorme si no cumplo mi sueño.

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