martes, 20 de mayo de 2014

Puerta grande para Fandiño

  • Dos juanpedros sobresalientes destacaron en una tarde muy desafortunada de El Cid y más que interesante de Ángel Teruel

  • El vasco corta dos orejas y logra el primer triunfo rotundo de la feria de San Isidro

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No fue la mejor tarde de Fandiño en Madrid pero sí la de su primer triunfo contable y redondo: una oreja del segundo y otra del quinto. La puerta grande. Fue, de paso, tarde muy desafortunada de El Cid y más que interesante de Ángel Teruel, de cuya mano izquierda brotó en el tercero de corrida el toreo de más calidad de todo el festejo. Y fue, en fin, un éxito del ganadero, el nuevo y último Juan Pedro Domecq, que echó dos toros de extraordinaria categoría -cuarto y quinto- pero estilos ligeramente distintos, otro -tercero- de muy buen son y bello galope; un primero de rico ritmo, un segundo algo encogido pero de picante correa y por tanto toro de los que suman y no restan; y solo un sexto algo acaballado, rebrincado y trotón -fue el único de los seis que no llegó a galopar- y muy llorón.
De modo que hubo toros. Pero hizo también mucho viento. El viento condicionante que no solo descubre a los toreros sino que puede avisar a los toros si enganchan engaños. El viento impuso, pues, sus condiciones. En los medios, donde casi todos pidieron pelea ya en banderillas, se hizo muy laborioso sujetarse. El Cid no llegó a proponérselo. Fandiño lo hizo en el arranque de la primera de sus dos faenas pero acertó a rectificar en solo la segunda tanda para buscar no el abrigo de las tablas sino el de las rayas y en paralelo. Teruel tuvo el gesto de plantarse desmedrado casi en el mismo platillo, y dejándose ver, sin echar cuenta de más nada. Amainó el viento en la segunda mitad de corrida y en ella saltaron los dos toros sobresalientes. El cuarto, descolgado casi desde la primera baza, se empleó muy de bravo: largos los viajes, humilladas las repeticiones, fijeza mayúscula. El Cid acertó con el sitio del toro pero no se sujetó con él. El quinto, toreado de principio a fin en las tablas del sol, donde procede torear los días de viento, duró lo indecible en ritmo constante. Codicia sorprendente hasta el último viaje.
Fandiño tumbó al segundo de soberbia estocada y la estocada valió la oreja más que la propia faena, salpicada de paseos entre tanda. A las cinco tandas parecía visto para sentencia todo: el toro con su correa y Fandiño con su listeza para perderle pasos y quitárselo de encima. Las pausas fueron mala medicina para el toro, que se había afligido y blandeado en el caballo, y dolido en banderillas. La estocada pudo con todo. Mucho más trepidante y celebrada la faena del quinto que Fandiño abrió con cinco muletazos por alto muy de alarde: dos cambiados por la espalda, los dos de vuelta y uno del desdén bien señalado por abajo. El toro estuvo listo siempre -»deseando cogerla», dicen los ganaderos- y Fandiño también, solo que volvió a abusar de los paseos periféricos. Por las dos manos idéntica la gana del toro; por larga y sin variaciones, la faena tuvo sus pequeños baches. Se dejó a deber el genuino remate de pecho en cualquiera de las tandas, que Fandiño abrochó con el cambiado ayudado. Más encajado que templado el torero de Orduña, que tenía una cuenta pendiente: un bravo toro de Parladé le pegó aquí mismo hace un año una severa cornada al entrar a matar. Saldó Iván la cuenta con un golpe de efecto: entrar a matar sin muleta -no era la primera vez que lo hacía, pero sí en Madrid- para dejar una entera contraria que produjo gran conmoción. Tardó el echarse el toro, Fandiño se resistía a descabellar, no podía escaparse la oreja del pleito y no se escapó.
El primer toro de Teruel, bajo de agujas y corto de manos, disuasorio armadura, salió acalambrado y fue muy protestado. En medio de las palmas de tango Teruel se salió a los medios toreando por delante con los vuelos. Cuando se estiró sin más demora -un lance exquisito-, apareció un banderillero: el colmo de la inoportunidad. Teruel había visto al toro galopar en banderillas y, a pesar del viento, lo vio claro. Sencilla, elegante faena, muy armoniosa la apertura de cinco por delante y su trinchera, la joya de una sensacional tanda con la izquierda, bonitos remates de pecho. El eco fue, en conjunto, menor. Una estocada trasera. Se reconoció la seriedad de su empeño con el sexto toro, tan rebrincado. Casi a telón bajado, toreo de quilates con la izquierda. El regusto del clasicismo.

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