martes, 29 de mayo de 2012


«Si se cae el toro, se cae la fiesta»

27.05.12 - 00:27 - 
«Maestro, últimamente le han rendido varios homenajes, ha descubierto una placa en la plaza de toros de Las Ventas. ¿Le gustan los reconocimientos?» -pregunta quien esto sucribe a Andrés Vázquez (Villalpando, Zamora, 1932).
«Nosotros somos de una tierra muy áspera, muy dura. Lo mismo Santiago Martín 'El Viti' como yo. Los homenajes son solo palabras, palabras, palabras... A mí me gusta esto -el maestro señala al equipo de HOY que le está haciendo la entrevista-. Vosotros, que sois jóvenes, me alegra que tengáis este recuerdo. Cuando yo falte de aquí, que espero sea muy tarde, tengáis en vuestra mente esta tarde y digáis que estuvisteis con un hombre muy simpático que se llamaba Andrés Vázquez y que tenía 80 años pero le visteis torear una becerra. Que recordéis lo que habéis visto y se lo deis a vuestros hijos. Porque el que no conozca la fiesta de los toros, malamente puede conocer España».
Sus palabras emocionan. Transmite la sabiduría que dan los años y las vivencias y reconcilia a cualquiera que le escuche con el ser humano y con el torero. Porque el toro sigue con Andrés Vázquez desde que le dijese a su padre, siendo apenas un niño, que se iba a Madrid a intentar conseguir su sueño.
El diestro batalló por pueblos pequeños y se formó en la Escuela Taurina ubicada en la plaza madrileña de Vista Alegre a las órdenes de Saleri II. Se presentó como novillero con caballos en Las Ventas el 3 de septiembre de 1960 y en esta etapa salió a hombros del coso en tres ocasiones.
A punto de cumplir los 30 años, el 19 de mayo de 1962, tomó la alternativa en Madrid de manos de Gregorio Sánchez con Juan García Mondeño de testigo, ante reses de la ganadería de Benítez Cubero. Le cortó las dos orejas al sexto de la tarde y cruzó por primera vez como matador de toros la puerta grande de Las Ventas. Posteriormente, lo haría en otras once ocasiones, completando un total de doce en las dos décadas que permaneció en activo. Se forjó con las ganaderías duras y recibió 24 cornadas. Destacó por la sobriedad de su muleta, su quietud, su buen toreo a la verónica y su valor y pundonor en el ruedo.
Apostó fuertemente por la ganadería de Victorino Martín y se encerró con seis ejemplares consiguiendo triunfar y salir a hombros de su plaza, la de Madrid. Compartió amistad con Orson Welles e incluso le brindó un toro en Nimes a Pablo Picasso.
Se retiró en septiembre de 1982 y reapareció en 1986 y en el año 2000 pero estos meses prepara una vuelta especial. El próximo 25 de julio cumplirá 80 años y para celebrarlo se prepara un festival en Zamora en el que estoqueará un novillo de la ganadería de Victorino Martín. Toda una gesta para la que ya se prepara tentando en el campo. Precisamente esta semana acudió a la finca 'Los Espartales' donde tentó una vaca de encaste Murube que resultó muy buena.
-Maestro, ¿cómo se ha visto?
-No ha salido fácil, pero la vaca ha sido buena y he cumplido una norma: que las faenas deben ser cortas. En una faena tiene que haber pocas cosas pero buenas. Ahora se dan faenas de 30 o 40 muletazos y es algo que no concibo. Hay que enseñar a los chavales que la calidad es más importante que la cantidad.
-Se prepara usted estos días para lidiar un festival el día de su cumpleaños. ¿Cómo surgió la idea?
-Leí en una ocasión que el Rey (Fernando VII) llamó a Pedro Romero y le dijo que nunca lo había visto torear y que le gustaría mucho verle. Romero dijo que un toro no, pero que un novillo sí, y lo lidió para el Rey. Yo dije que mataría uno el día de mi 80 cumpleaños. Si no lo mato, lo quedo malherido (risas).
-En todos estos años, ¿se ha perdido la esencia de la fiesta?
-No, no creo. Muchas cosas se intentan acallar y sin embargo surgen con más fuerza. La fiesta de los toros es nuestra y al que no le guste, que no vaya, pero que no por eso se metan con ella.
-Lo que sí que se ha perdido es la emoción que había antes.
-Todo tiene momentos en los que está arriba y otros en los que está abajo. Por ejemplo, ahora todo el mundo está con el fútbol, pero dentro de unos años lo mismo está abajo y los toros arriba. Es como el mar, que va haciendo olas. Los toros siempre serán de España y habrá un 'loqueras' dispuesto a hacerle una faena a un toro. Si la fiesta está abajo es porque estamos atravesando una crisis espantosa pero las cosas se arreglarán.
-¿Está siguiendo este San Isidro? ¿Qué le parece?
-Tanto en Madrid como en Sevilla, en las primeras corridas, hasta que no se acoplan, van y vienen. Antes se daban diez corridas en San Isidro y los ganaderos llevaban los mejores toros que tenían. Ahora se dan más de 20 y hay que elegir más de un centenar de toros... Es imposible que salgan todos buenos. Antes, como había menos corridas es posible. Ahora, con tantas, no.
-Entonces, ¿lo que está perjudicando la fiesta es la saturación de festejos en esas grandes ferias?
-No, de lo que se trata es de seleccionar. Al toro no se le puede quitar la bravura porque el toro es el que manda en la fiesta. Si se cae el toro, se cae la fiesta. Y a los toros les han quitado la bravura. Eso es cierto. Yo no sé por qué, pero los ganaderos han bajado la raza de los toros y es algo que no debería ser así. El toro bravo puede coger a un torero y pegarle una cornada. Ese torero, si no le gusta ponerse delante de un toro bravo, que trabaje en una oficina. El toro tiene derecho a coger al diestro y hacerle daño e incluso matarlo. Y el que no se acople a eso, que se vaya porque no pinta nada. Yo tengo 24 cornadas, desde la boca hasta los tobillos, y no me quejo. Me he puesto y ya está. Una vaca como la que acabo de lidiar mató a mi amigo Antonio Bienvenida en un tentadero. La fiesta de los toros hay que tenerla metida en la cabeza desde niño. Israel Lancho la tiene aquí -señala su frente- y por eso me gusta tanto. A mí me hubiese gustado seguir lidiando a la vaca, pero he preferido que la lidiase él.
-Usted toreó muchos Victorinos. Se echa en falta la variedad de encastes en los carteles.
-Tuve muchos problemas. Me decían que por qué tenía que torear eso, que no valía. Pero yo siempre decía que yo tenía valor e iba a matar una corrida de seis toros de Victorino. Les dije que si ellos no me dejaban comer en su mesa, serían ellos los que comerían en la mía. Y así fue, me encerré con los 'victorinos' en Las Ventas y les corté cuatro orejas. Después la mató Capea, Roberto Domínguez, Campuzano...
-¿Cómo fue esa encerrona?
-La corrida que yo maté no tenía nada que ver con las de ahora. No había guarismo y echaban toros con ocho o diez años. Después de que yo lidiase los seis toros, se convencieron de que la ganadería de Victorino Martín era buena. Yo lo sabía porque venía de dos sangres buenísimas, de Albaserrada y Santa Coloma.
-Se ven pocas gestas como la suya.
-Volverán. Como todo.
-¿Qué significa para usted la plaza de toros de Madrid?
-El santuario de la fiesta de los toros.
-Siempre le han considerado torero de Madrid. ¿Cómo se conquista a un público tan exigente como el de Las Ventas?
-Diciéndoles la verdad. La verdad es tan antigua y se practica tan poco que cuando se dice parece abstracta, no la entiende nadie. La verdad en el toreo se dice con el capote, con la muleta, con las banderillas, con el estoque... A un público no se le puede engañar porque es el que mantiene la fiesta y hay que tenerle un respeto muy grande.
-Ha vivido el toreo con mucha intensidad.
-Con muchísima. ¿Sabes? A mí ahora mismo me gustaría dormir ahí -señala el centro del ruedo de la plaza de tientas donde acaba de torear-. Me encantaría amanecer aquí porque me parece que la plaza es un baluarte de virtudes. Sin hablar, cada tabla, cada ladrillo, la arena... todo transmite. Siendo cariñoso con la fiesta, ella es cariñosa contigo. No hay que tener rabia porque no se tenga un cortijo. Yo perdí mucho dinero pero no pasa nada, porque las doce veces que he salido a hombros de Las Ventas no me las quita nadie.
Valor y vocación
-¿De dónde se saca el valor para ponerse delante con 24 cornadas en el cuerpo y a punto de cumplir los 80 años?
-Hay que tener afición y que te guste esto.
-Y vocación.
-Sí, ese es el secreto de la vida. Yo he sido profesional en esto y tengo cornadas. Mira -dice mientras se levanta la pernera del pantalón de su pierna izquierda y muestra una cicatriz- aquí me abrió la pierna un 'victorino' y me fastidió el tendón. También tengo la garganta abierta, pero no pasa nada. Nunca pasó nada. Lo que pasa es que nosotros queremos darle más importancia a las cosas de las que realmente tienen. Las cosas tienen importancia depende de quién las diga y de cómo las diga.
-Aprovechando que está en Extremadura. Hábleme un poco de esta tierra.
-Toda mi vida he sido un admirador de Extremadura porque es una comunidad en la que los hombres y las mujeres son de verdad. Eso es algo que a mí me gusta mucho. Extremadura llevó la cultura a América y mire, hablando de valor, hace poco comenté con un alcalde que me dijo que estaba un poco loco que más locos estaban los extremeños que se fueron en barco con Colón y descubrieron América sin saber ni que existía. Matar un novillo no es nada comparado con eso.

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