domingo, 7 de abril de 2013


Feria de Arles: Cebada recupera su sitio en uno de sus tradicionales feudos

Corrida cinqueña y variada, brava en el caballo, con un toro de vuelta y muy del gusto del torismo de la Camarga. Brillante David Mora, clásico y sereno Luis Bolívar 

01.04.13 - 00:07 - 
Feria de Arles: Cebada recupera su sitio en uno de sus tradicionales feudos

La corrida de Cebada Gago, cinqueña, variada de capas y abierta de líneas, fue muy del gusto de la inmensa mayoría. Ocho años llevaban los Cebada sin lidiar en las Pascuas de Arles. Larga espera. Un hito: la vuelta al ruedo en el arrastre para un toro Lagarto, tercero de corrida, sardo de pinta, cuajado, de ancha corona y finas palas, bizquito. Un Lagarto que se comió un caballo de pica en cuanto lo tuvo a la vista: tres veces por derecho, en ataques no tanto al galope como desatados, y recargando sin dolerse al castigo. No todos los puyazos del picador arlesiano Gabin Rehabi fueron igual de certeros, pero todos fueron de piquero valeroso. Brazo de hierro, pundonor.
Marco Leal, matador en turno, sintió el clamor de la gente, supo atenderlo y decidió que el toro tomara una cuarta vara en la contraquerencia, donde se pican los toros de las corridas concurso de Arles, tan célebres. Acudió el toro rampante sin cansarse de pelear. Lo curioso es que después de la tercera vara, y suelto porque nadie lo llamaba, el toro estuvo a punto de saltar la barrera y se quedó colgado de ella un rato.
Un toro particular: bufidos escalofriantes, ataques en la muleta más ásperos que elásticos, un par de oleadas descompuestas y una gana irrenunciable de pelea. Toro de público y de ganadero, por tanto. No se asustó el joven Marco Leal, penúltimo vástago de una larguísima dinastía de toreros del país. Tampoco pudo recrearse. No era toro de hacerle versos ni encaje de blonda. Lo mató por arriba con mucha verdad. Pasó el tiempo, un aviso, un descabello. No dejaron a Marco dar la vuelta al ruedo.
La fiereza de ese tercer cebada no fue exagerada, pero fue. El segundo de corrida sacó muy mal carácter, temperamento defensivo y ágil listeza: se metió por las dos manos, por las dos recortó, fue muy mirón e incierto, y en cuanto tuvo a tiro y en descuido a David Mora, lo prendió por el muslo, le pegó una tremenda voltereta, le abrió dos ojales en la taleguilla y pudo haberle hecho daño. No estaba el toro ni astifino ni romo. Se enteró de todo.
A cambio, saltaron dos y hasta tres cebadas de noble son: un primero campanudo muy en Núñez clásico que, sin descolgar del todo, tuvo fijeza y tomó templado engaños; un quinto cárdeno claro y botinero, alto y flacote, llorón y un punto distraído, de buen son por la mano derecha; y un cuarto entre sardo y salinero que escarbó un poco, metió el hocico en la arena oliscando y adelantó por las dos manos y, sin embargo, fue toro manejable sin segundas intenciones. Luis Bolívar anduvo templado, seguro, sencillo y fácil con el toro que rompió el fuego y lo mató por arriba. Con el cuarto no terminó ni de enredarse ni de ponerse ni de quitarse. Oficio y punto. David Mora se ajustó muy en serio con el quinto, lo trajo y llevó muy toreado, y lo mató de gran estocada. David es un torero queridísimo en la Camarga. Un toro de Cebada lo lanzó a la fama francesa hace tres años en San Martín de Crau, uno de los pequeños santuarios toristas del país.
Y hubo, en fin, un sexto toro de precioso remate, buen galope y gran estilo, picado primorosamente por el gran Jacques Monnier -el mejor de los picadores franceses- y banderilleado con arrojo por Marco Leal. Después de perder las manos tres veces en otros tantos viajes de ir con todo, el toro cambió y aprendió, se revolvió por la mano derecha, se soltaba si no venía tapado y le hizo pasar a Leal demasiados apuros. No entró la espada. La oportunidad no era sencilla. Ni imposible.

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