lunes, 23 de diciembre de 2013

Capotes de aguja y dedal extremeños que se mueven en los ruedos

Llaman a la puerta del número 5 de la calle Corredera. Es Gonzalo Montoya, torero de Santarem (Portugal). Tiene 25 años y pertenece a la cuadrilla de Juan Mora. Quiere un capote y para ello se ha acercado hasta la localidad pacense de Lobón. Sabe que en ese pueblo, de unos 2.800 habitantes, hay un sastre que tiene un pequeño taller donde se confecciona lo que él busca.
Le abre el extremeño Paco Méndez (Guadajira, 1979), que elabora capotes, muletas, trajes de luces e incluso complementos taurinos. Lo hace desde 2011, después de que una grave lesión, en Calzadilla de los Barros, apartara a este banderillero de los ruedos. Sin embargo, ni la salud ha podido separarle de lo que realmente le apasiona. Él se pone delante del astado cada día. Su plaza de toros es su sastrería y su espada la aguja.
En un año y medio ha elaborado unos 300 capotes y 30 trajes de luces. Y es que por su casa han pasado profesionales de España, Portugal e incluso México y Estados Unidos. «He hecho capotes para Antonio Ferrera, para el matador Santiago Ambel Posada, para Juan Luis 'Posada de Maravillas', y para Javier Solís, entre otros», afirma Méndez, quien desvela algunos de los trucos para poder hacer un producto como ese.
Él tarda unas cuatro horas y media en fabricar uno. Primero desenrolla la tela que va a utilizar. Sobre ellos posa de manera delicada las distintas piezas de cartón que sirven como patrón. «Puedo tener unos 15 patrones diferentes y eso ya va a gusto del cliente. He tenido capotes desde 70 centímetros hasta 122», detalla Paco, quien confiesa que la pieza de mayor peso fabricada por él ha alcanzado los cinco kilos, tenía doble forro y poseía casi seis metros de vuelo.
Seguidamente, con ayuda de una tiza, va dejando las marcas blancas en el tejido que compra en Madrid y Barcelona. Suele utilizar unos 3.000 metros al año sólo para capotes y 500 para muletas.
En total son necesarias 23 piezas para la confección de un capote. En ellas se incluye el forro. «Todos los que hago van cosidos para que le dé firmeza y fuerza», comenta Paco. También entran en juego las vueltas amarillas, blancas, moradas o azules.
Además, hay otras dos piezas que también se elaboran con el patrón correspondiente. Se trata de la oreja, que le aporta más vuelo, y la esclavina, una pieza sobrepuesta que se coloca en la zona superior.
Con todas las partes elaboradas, llega el momento de unirlas. Se cose a máquina y ya sólo queda rematar las esquinas del capote y grabar las siglas que el cliente desee tener en el interior de su pieza. Lo hace con un rotulador de tela y unas plantillas.
Más encargos
Paco Méndez ha notado el incremento en el número de encargos desde que empezó a coser. De hecho, ya comienzan a llamarle figuras del toreo para interesarse por sus capotes y sus muletas. Para él esto supone un orgullo y recuerda cómo fueron sus inicios. Él es autodidacta y ha aprendido a base de cometer errores. «El primer capote que hice no tenía nada que ver con los que hago ahora. Tardé dos días en fabricarlo. La maquina de coser no era industrial y para sacar los patrones tuve que deshacer uno. Tenía que hacerlo si no quería perder los 2.000 euros que me había gastado en telas».
Actualmente vende capotes a 250 euros. También hace trajes de luces. El precio de estos asciende considerablemente. De hecho, el más caro ha costado 1.900 euros. Lo compró en 2011 Alberto Durán, un matador de Zamora que estrenó un verde botella con terciopelo, en la feria madrileña de San Isidro.

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