martes, 17 de junio de 2014

Una década sin El Potra, el gran veedor de toros que nunca concedió una entrevista

Día 14/06/2014 - 01.41h

Acompañó a los más grandes, desde Belmonte a Manolete, y fue una institución en San Fermín

Miguel Criado Barragán, «hijo de legítima madre». Esa era su tarjeta de presentación. El Potra le llamaban todos. Así se le conocía en el mundo taurino, donde ejercía la profesión de «veedor de toros».Personaje irrepetible, de aquellos que ya no quedan, de aquellos que ya andan juntos por las alturas, como El Pipo o Camará. ¡Menuda terna!
Hace ya una larga década que murió el hombre que se fue a nacer a Almonte, «la tierra de la madre que me parió», me cuentan que decía mientras recordaba que antiguamente era costumbre que las mujeres diesen a luz en la arena donde ellas habían nacido. Una vez que llegó al mundo, sus padres regresaron a Sevilla.
En la capital hispalense comenzó a fraguarse el currículum de El Potra, que entró de botones en la Maestranza hasta llegar a ser el mozo de espadas, en 1939, de Juan Belmonte, su padrino de bautizo, pues su padre era su barbero. Después su carrera se cruzaría con la de Don Álvaro Domecq, con quien se mantuvo hasta 1946.
Y llegó el año de l amuerte de Manolete... Al Monstruo de Córdoba también le acompañaba, al igual que haría con Paco Ojeda o Espataco. Esa temporada de 1947 la plaza de Madrid lo contrató para seleccionar sus corridas. Pero sería Pamplona el lugar donde lo proclamarían «catedrático del Toro». Toda una institución en los Sanfermines, dede 1956 asesoró a la Junta para organizar la feria hasta su adiós. Dicen que a sus ochenta y tantos, trabajaba con la hierba en la boca como si tuviese veinte años.
En tiempos en los que se habla del trapío y el destrapío, de corridas rechazadas, del titular tal y el sobrero «pascual», un viejo conocido me habló esta mañana de El Potra, el hombre que nunca concedió una entrevista. Conversar con él era abrir el libro de la vida, una vida repleta de mucho más que anécdotas. La mayoría murieron con él. Con El Potra se hizo verdad la contaminada frase de «los secretos irán a la tumba». ¡Qué falta hacen personajes de tal talla, lealtad y sapiencia!

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