viernes, 7 de diciembre de 2012


Unas relaciones laborales de la II República

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  • Objetivos: reducir costes de un espectáculo en regresión y en caída de espectadores.
Caduca el actual Convenio Nacional Taurino (2009) con las doce campanadas del 31 de diciembre y ya se anuncia su negociación como peliaguda y prioritaria cuestión para el normal desarrollo de la temporada 2013. Una bola de hierro candente a tres bandas: la patronal (Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos, ANOET), matadores (Unión de Toreros, UT) y picadores y banderilleros (Unión Nacional de Banderilleros, Picadores y Mozos de Espada, UNPBE). Pero es la corrección de la extraña relación laboral entre empresarios y banderilleros donde se encuentra uno de los puntos de desequilibrio. El común de los aficionados, públicos y lectores taurino jamás imaginaría que siendo el torero el contratante de su cuadrilla es la empresa (de la plaza) la que cotiza la Seguridad Social de los subalternos. Máxime cuando la mayoría de las figuras del toreo se contratan como sociedades.
Según ANOET, «existe una pésima e indescriptible regulación de las relaciones laborales entre matador de toros y empresario, que incide gravemente en la negociación colectiva. La absurda negociación laboral existente tiene el primer antecedente legislativo en una Orden Ministerial del 16 de julio de 1932 creadora de unas Bases de Trabajo profundamente sindicalizadas, consecuencia de una iniciativa legislativa de la II República; una situación que se viene arrastrando desde entonces».
Como el actual objetivo es abaratar los costes de un espectáculo en regresión –se han pasado de los 2.635 espectáculos de 2007 a los 1.390 de 2012– y una manifiesta reducción del número de espectadores a los mismos, la patronal ya ha marcado, en reunión de su junta directiva y asamblea, dar un golpe de timón a las relaciones laborales actuales que ratificó el actual convenio con el apoyo de los matadores, a su vez también empresarios de sus trabajadores.
En palabras del secretario de ANOET, la nueva situación que hay que afrontar sería la siguiente: «El torero, sociedad o no, es siempre el empleador de su cuadrilla; por tanto, debe negociar en calidad de empresario frente a la misma, y romper esa estructura de sindicato vertical (empresario y obrero en el mismo escenario) para conseguir el equilibrio necesario entre las partes; de esta manera, hallará la forma de ajustar salarios y contratos a lo que la realidad impone. Es decir, el empresario debe negociar con el jefe de cuadrilla todo aquello que afecta a ambos; y el torero debe ocuparse de reivindicar a sus empleados las necesidades reales que tiene como empleador, para poder ofrecer un espectáculo viable al empresario, que éste pueda trasladar al aficionado a un precio asumible y que pueda absorber el mercado. No debe negociarse un convenio contra nadie, sino a favor de la Fiesta».
Fernando Galindo, secretario general de banderilleros y picadores, habla con prudencia de unas líneas negociadoras las que, de momento, sólo saben por la prensa: «No hemos tenido conocimiento de las propuestas oficialmente ni de primera mano. Pero estamos deseosos. Hay que afrontar cuanto antes esta situación de crisis. Hace dos meses que hemos solicitado un encuentro y a la espera estamos. Lo tenemos que hacer cuanto antes».

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