jueves, 4 de julio de 2013

Enrique Ponce viste de elegancia a «Trajerroto» en Burgos

Enrique Ponce viste de elegancia a «Trajerroto» en Burgos

Día 04/07/2013 - 10.46h

Morenito de Aranda y David Mora salen a hombros

Cuando arrastraron al primer torrestrella pensamos que al Plantío había llegado la maldición del azulejo venteño. Álvaro Domecq había recibido una placa por el gran «Orgulloso» que lidió en 2012, pero el que abrió plaza no fue precisamente de premio. Aunque había despertado cierta esperanza en un torero principio por bajo de Enrique Ponce, desarrolló complicaciones y pocas calidades, por lo que el matador optó por darle matarile.
No pareció nada del otro universo el cuarto, pero la sabias manos de Ponce nos enseñaron sus bondades. Amasó con plástica las embestidas y dejó derechazos de natural elegancia. Por el zurdo le costaba más, y el de Chiva se centró en las yemas de escribir, más poesía que prosa, todo dulzura ante la clase del toro. Muleta planchada, toque preciso y temple de maestro en una obra puro almíbar. Suavidad para el enemigo y no esos trapazos que exasperan. Fantástico un cambio de mano y gotas de estética a izquierdas. Tan a gusto se encontraba que oyó un aviso en la última tanda, rematada con un desplante de hinojos. Al filo del tercer recado se quedó por la tardanza del burraco en caer, lo que dejó el premio en una oreja. La faena era de dos después de vestir de gala a «Trajerroto».
Morenito de Aranda salió a por todas. De rodillas recibió al segundo en un vibrante saludo y de esta guisa comenzó faena con un ejemplar con movilidad y casta geniuda. No era fácil templar a «Soñador». Había que someterlo, y Morenito lo logró por momentos. Más decisión que poderío, con un esfuerzo digno de elogio. Se ganó una oreja. Torero quite a la verónica al quinto, que vivió un desconcertante tercio de banderillas. El burgalés prologó con ese gusto que posee, privilegiado don. Aprovechó los viajes de «Violeta» con aroma y entrega. Tanto se abandonó que en el epílogo sufrió una seca voltereta. Todo estaba punto para la puerta grande. Y sus paisanos se la abrieron pese al infame bajonazo...
David Mora, que no pudo ni matar al anovillado tercero (se echó y tuvo que ser apuntillado), desató el entusiasmo con su variado capote en el sexto: verónicas, chicuelinas, altaneras, tafalleras... La faena, sin ser maciza, aunó disposición y dos notables series de naturales -entre los guiños a la galería- a un «Amargo» con emoción y un pitón zurdo de bandera. Lo cazó de un espadazo y por la presidencia asomaron los dos pañuelos. A hombros se marchó con Morenito, aunque lo más artístico fue obra de Ponce.

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