domingo, 28 de julio de 2013

Perera, vital en las distancias cortas

Día 28/07/2013 - 01.27h

La corrida arrancó con el silencio doliente por las víctimas del accidente ferroviario

Sordo sonido de dolor, dramático en la nada. Dos minutos de silenciose guardaron en memoria de las víctimas del espantoso accidente ferroviario en Galicia. Dos porque a algún «despistado» se le olvidó que era tras el paseíllo y no antes. Se desmonteraron los toreros y alzaron su mirada al cielo, cárdeno y lluvioso como la pena de la piel española en la festividad de Santiago.
En los tendidos la gente seguía pendiente del último minuto hasta que apareció el primer toro de un conjunto distinto e interesante deDomingo Hernández. Una desgracia podría haber ocurrido. Si Juan José Padilla no está en el hule es por milagro divino. En la hora final perdió la cara a «Alegrita», que humilló por ambos lados con boyante son. Arreón persecutorio y de fuerza huracanada al Ciclón hasta izarlo sobre los pitones. Duras la voltereta y la caída. Cuando se incorporó, enterró un estoconazo, con ostensible muestra de dolor en la mano izquierda. Paseó una oreja con la bandera pirata tras una faena en la que arriesgó tela en el prólogo de rodillas y que siguió una vereda populachera y con dudas físicas. Nada pudo resolver ante el mansocuarto, una prenda que hizo pasar las de Caín a la cuadrilla y al matador con el acero.
La faena de mayor calado nació de Perera, que meció literalmente el capote en tres chicuelinas y una gaonera de lentitud desconocida. Se dirigió al platillo y allí se erigió en estatua inmortal en tres pases cambiados por la espalda con un notable y noble ejemplar. El temple y el aplomo no se hicieron esperar: «pasen ustedes». Y dentro de la faena se quedaron. ¡Qué manera de acompasar el ritmo de las embestidas y qué soberano arrimón! La muleta en el morro, toreo bueno y vital en las distancias cortas, que no es lo mismo que el ahogamiento. Valor auténtico de un fenomenal Miguel Ángel, que refrendó con mérito: la empuñadura en la palma; la muñeca firme pero flexible para volcarse en el espadazo. Se ganó dos orejas que le abrían la puerta grande. Imposible redondear con un deslucido sexto, otra vez con la planta aplomada.
El Juli se marchó a pie por pinchar

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