martes, 5 de marzo de 2013


Insufrible y tedioso final de la feria taurina de Olivenza

Los toros de Zalduendo se convirtieron en improvisados protagonistas por su infame comportamiento y tan solo Talavante pudo pasear un apéndice 

04.03.13 - 00:29 - 
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Primer toro de Morante
Después de haber visto tres horas antes una novillada con unos ejemplares -muchos de los cuales fueron dos veces al caballo- queriendo comerse los engaños, arrancándose a la menor insinuación, metiendo la cara en el capote y la muleta y vendiendo cara su vida -cada uno a su manera- y encontrarte en la misma plaza con una corrida de Zalduendo, de bastante peor presentación en su conjunto y de infame comportamiento, es para pensárselo.
Aunque, no hay que pensárselo, esto es el «beben y beben y vuelven a beber.». Al año que viene otra vez, y los toreros encantados, mañana se apuntan otra vez. Un respeto, por favor. Cuesta recordar cuando, tres figuras, en la feria de Olivenza, tan solo han cortado una oreja.
La gente recordaba la novillada matinal y se tomaba a chufla lo que le estaban sirviendo de postre en la feria: toda una muestra de descaste y mansedumbre. No se libró ni uno, hasta el sobrero, que era de otro hierro, se contagió.
Justo de fuerzas
Morante de la Puebla aprovechó el inicio para mecer el capote por verónicas en el recibo al primero y ceñirse en las chicuelinas, tras pasar la cosa de Zalduendo por el caballo. A partir de ahí el toro escarbó, mostró sus justas fuerzas y punteó los engaños. El torero de La Puebla del Río entendió que no estaba el trigo para pitas, le soltó una estocada caída y un descabello y se fue al callejón a fumarse un puro.
Cuesta arriba era el primero de José María Manzanares, que pronto mostró su querencia a tablas. Lo pasó de inicio el de Alicante a media altura para tratar de no molestarle, pero no le gustó al toro, que decidió irse a tablas.
A tirones lo llevó a medios, le dio dos muletazos con la derecha y el toro volvió a salir huyendo hacia los dominios de la carcoma. Intentos varios de mantenerlo fuera de aquel sitio. Inútil deseo, el manso volvió a las tablas. Allá se fue Jose María Manzanares a ver si quería pasar aunque fuese por dentro. No le hizo ni caso el de Domecq. Lo mejor de aquello fue la estocada.
Alejandro Talavante recibió a su primero por delantales con el capote. El primer puyazo cayó bajo. Luego llegó al reserva y huyó. El pacense le dio dos chicuelinas y una larga cordobesa en el quite. Escarbó el toro, o lo que fuera, en banderillas.
No se sabe que le vio Alejandro Talavante para brindarlo al respetable -que ya estaba a punto de perder el respeto- antes de unos estatuarios mezclados con pases cambiados en esa nueva tauromaquia de mezclar churras con merinas cuando él sabe muy bien como tratar a las churras por un lado y las merinas por otro, y los experimentos, con gaseosa.
Escarbó luego el toro, que embestía con más genio que bravura. El torero anduvo acelerado hasta que citó más en corto y lo llevó muy tapado para ligarle una serie de naturales. Se puso en cercanías y le protestó el toro. Acabó parado aquel muermo de Zalduendo, que falleció tras pinchazo, media y descabello.
En cuarto lugar salió un manso, tocadito de pitones. ¡Ese era el problema!. Cundió la jindama, protestaron tres forofos y el presidente, se acojonó -igual que por la mañana- y lo devolvió. ¿Los mansos ya no tienen lidia, señor presidente, usted que ha sido profesional?.
Pues si uno no los tiene bien puestos para aguantar el tirón, no se sube al palco y en paz. Los mansos han tenido su lidia toda la vida, o por lo menos cuando los toreros sabían lidiar y toreaban algo mas que lo que lidian hoy en dia.
Salió uno de Gracigrande al que llevaron dos veces al caballo. Morante dibujó lances en el quite. Luego, con la muleta hubo pases de mucha plasticidad y muy escaso mando, sin someter al toro, con excesivos punteos en la muleta, poca quietud y muchos terreno recorrido. Toreando a favor del viaje. Detalles sueltos finalizados con media.
Echó las manos por delante en el capote el segundo de José María Manzanares. Fue bien picado y mejor banderilleado por Trujillo y Flores. El defecto de atacar con las manos siguió en la muleta. Lo obligó el torero y la tomó a regañadientes. Le dio tiempos, lo llevó a media altura.
El de Zalduendo iba a su aire, seguía el engaño protestando, se distraía. José María Manzanares le robaba los muletazos a base de insistir contra el marmolillo. Lo alegraba con la voz y se tragaba dos, al tercer muletazo protestaba. Estuvo por encima del toro. Demasiado esfuerzo para tan poca respuesta. La estocada fue hasta la bola. Al público ya le daba igual, lo ovacionaron por educación.
Voluntad
Más voluntad que arte puso Talavante en el recibo al sexto con el capote, herramienta que no es lo suyo. Perdió el toro las manos al salir del peto donde apenas lo castigaron.
Cabeceó en el inicio de muleta y a base de ponérsela como si fuese un antifaz le ligó dos tandas ante el corto recorrido del toro. Asentado en la arena lo citaba el de Badajoz para esperar la embestida geniuda del toro, que iba en dos viajes para quedarse corto en el tercero, haciendo perder pasos al matador. No lo veía claro. Tanto, que mando callar a los de la filarmónica. No estaba la cosa para pitos y flautas.
Aguantó los feos derrotes del toro hasta sacarle algunos naturales obligándolos más de lo que quería. Faena de menos a más finalizada con manoletinas antes de un pinchazo y estocada caída. Paseó una oreja.
El personal se fue aburrido y despotricando, con toda la razón del mundo, del lamentable espectáculo lo presenciado en el que lo mejor fue que nadie dio la tabarra creyéndose Camarón de la Isla o Calderón de la Barca.

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