sábado, 23 de marzo de 2013


Padilla y Perera crean la tormenta perfecta

Cortaron una oreja cada uno en una muy buena corrida de Jandilla

19.03.13 - 00:03 - 
Padilla y Perera crean la tormenta perfecta

Padilla, torero y pirata, el corsario que se coló en los procelosos mares de las ferias por una gatera de dolor y dignidad, un tipo capaz de convertir el infortunio en panacea, ayer tronó y toreó, las dos cosas, envuelto en los clamores que la multitud solo dispensa a los héroes propios. Cortó una oreja seguramente porque el presidente quiso frenar la sangría orejera de la víspera, pero la multitud enardecida pedía más. Perera, afamado caudillo extremeño, en esa misma tarde blandió la bandera del valor y la firmeza a pecho descubierto, como si las balas ni tampoco los toros le pudiesen dañar. Y algo de cierto debe haber en ello visto cómo lo cogió el toro -por el pecho- como lo zarandeó -con saña- y lo poco que le hizo para lo que pudo hacer, exactamente nada. Es más, el susto lo encorajinó de tal manera que el toro le volvió ancas y se fue huyendo de aquel tipo que le desafiaba en todos los terrenos sin importarle un comino lo que le pudiesen hacer.
Actuaciones como las del Pirata y el Caudillo ayer, servirían por sí solas para salvar una tarde pero aún hubo más. Por ejemplo una excelente corrida de Jandilla, bien presentada, interesante, con toros de una gran clase como el segundo y el cuarto y el sexto, uno para cada coletudo y hasta el quinto; y otros con su tomate y su acritud como el tercero o de espectacular aparición aunque luego se fue apagando como el que rompió plaza. Conjunto de excelente nota que sumado al anterior y al anterior del anterior, toquemos madera para que no se rompa la racha en lo que queda, habla de una de las Fallas en las que más toros han embestido en los últimos tiempos. Si cuando no embisten nos rasgamos las vestiduras, cuando embisten es de justicia ponerlo blanco sobre negro y agradecer a la santa providencia su generosidad.
Hubo más cuestiones para celebrar, los naturales de El Cid en su primero, también la buena entrada que registraba la plaza, cada día hay menos motivos para el llanto económico, la suavidad climatológica que por fin le levantó el palo a un público ya muy castigado y al borde de la pulmonía aunque, maldita sea, las rachas de viento siguen molestando una barbaridad a los toreros sobre todo si buscando el calorcillo del público de sol, pillerías la mar de legítimas, se olvidan del tercio de la plaza donde se arremolinan los papelillos como señal de calma. Así que la gente se fue de la plaza satisfecha, feliz con el Pirata Padilla y emocionada con el Caudillo Perera.
Padilla cumplió una de sus actuaciones más completas de su nueva etapa. Es evidente que al tipo le importan exactamente un carajo o menos sus avatares. Ya lo dijo en los medios Si lo llego a saber me saco el ojo veinte años antes. Apareció en la puerta de cuadrillas de plomo y oro con los remates en negro, un apósito recordaba su reciente paso por el quirófano, en el parche ya nadie repara, el parche es de todos, enjuto y feliz, exultante y comunicativo. Y a partir de ahí fue Ciclón y Pirata. A su primero lo lanceó con asiento de plantas y firmeza. Fueron verónicas muy de tío, duras y firmes, de más poder que exquisitez, el toro tenía su importancia y también su toque de violencia y Padilla le aguantó con agallas y acabó rematando con dos medias de mucha torería. Luego en la faena mantuvo la misma postura solo que el toro se agarró al piso y el conjunto no acabó de mantener el vuelo del primer tercio.
Donde despegó definitivamente fue en el precioso toro cuarto, uno de los toros mejor hechos de la feria. Le atacó desde el principio y se le entregó el publico desde el principio. Seis largas afaroladas de rodillas o quizás fueron siete, desde las tablas hasta los medios, tantas que el público pedía que se detuviese. Todo seguido puso el toro en suerte por rogerinas, clavó banderillas con clasicismo y ajuste y para cuando fue a brindar ya se había rendido la plaza al Pirata.
La faena tuvo ritmos distintos, hubo calma y tormenta, lo mismo tronaba que escampaba, arrancó de rodillas, siguió de rodillas, se irguió para torear sobre la derecha con pausa y buenas maneras, ese Padilla es otro Padilla y para acabar volvió a tronar con fuerza en busca de la tormenta perfecta que le abriese la puerta grande. Pinchó antes de agarrar la estocada y el usía aprovechó para desmarcarse de la sangría orejera de la víspera aunque con ello se adentrase en el territorio de los agravios comparativos. Se aclaren, coño.
Perera le cortó la oreja al sexto pero ya se la había ganado en el tercero, el toro más desabrido del festejo, seguramente el único siesón del encierro. Ni dejó que le pegasen en varas ni el toro puso empeño en la pelea, así que llegó a la muleta a la defensiva, brusco y desganado, justo lo contrario que Perera, que se mostró templado, ambicioso y al ataque, firmes las zapatillas y fe ciega en el poder de su muleta. Le atacó, dejó que le pasase cerca, abusó de su poderío y acabó colgado de un pitón.
Asustó al toro que se largó en busca de una tranquilidad que no le daba Perera. En el sexto, un torazo de seiscientos kilos, volvió a brindar al público, volvió a empeñarse y a este que tenía ritmo y clase lo toreó como merecía, con pausa y temple y con las mismas agallas que al primero. Dejó que le lamiese los alamares, puso la emoción que el toro no tenía y lo mató de un estoconazo como al primero. Y ahora, ya sin remedio, le concedieron la oreja.
El Cid toreó con buen tono al natural a su buen primero y puso empeño en el quinto aunque no acabase de redondear la faena. El viento le perjudicó en varios momentos y no acabó de estar a gusto. La feria parece encaminada.

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