jueves, 6 de junio de 2013

Broncas en la Corrida de Beneficencia

Día 06/06/2013 - 13.46h

Pocos detalles con un encierro flojo y manso

Corrida extraordinaria, una de las cumbres del año taurino: tarde de gran expectación y de grandes broncas. Para empezar, es una lástima que no se lidie completo el encierro previsto y haya de remendarse con dos toros de otra ganadería. Rima esto mal con la importancia del acontecimiento. Además, los toros resultan flojos, descastados, inválidos (los que prefieren las figuras, no lo olvidemos). Todo resulta premioso, fatigoso, cansino, aburrido. Padilla se muestra serio lidiador; Castella, voluntarioso; Morante desencadena tempestades. Además, los tres están desafortunados con los aceros y suenan demasiados avisos. La gente se divierte -o combate el aburrimiento- con discursos, soflamas, gritos... Algunos detalles brillantes son demasiado poco.
Por primera vez vuelve a Madrid, después de su gravísimo percance, Juan José Padilla, acogido con cariño. Sin perder su personalidad, está toreando más clásico y mejor que nunca; aprovecha también, por supuesto, la oportunidad de lidiar unos toros que antes no le ofrecían. El primero, de Victoriano del Río, es noble pero flaquea demasiado. Sin probarlo, veroniquea, cargando la suerte, pasa a delantales, gallea por chicuelinas; en banderillas, destaca el segundo par, de dentro a fuera. Brinda a la Infanta (igual que Morante, no así Castella). Muletea reposado, tranquilo, clásico pero las frecuentes caídas deslucen todo. Falta emoción. Mata a la segunda. El cuarto, mansea, no se entrega, huye. Padilla se mete en su terreno, le saca lo poco que tiene, aguanta parones, pero el toro va a su aire. En un derrote, sufre un revolcón. Falla al matar.
El tercero es corto, flojo, cae varias veces, embiste cansino. Los muletazos son acogidos con olés en broma. Castella se justifica, sin más. Mata yéndose de la suerte. El toro cae huyendo hasta de su sombra. Recibe con delantales al sexto, de Victoriano del Río. Padilla es aplaudido por su buena colocación. Saluda en banderillas Javier Ambel. Brinda Castella al público: comienza con sus habituales cambiados, en el centro del ruedo. Hace el poste pero el toro se va, a su aire. Se suceden los enganchones, la faena se diluye.

Otro lance muy bueno

Después de dos actuaciones grises en San Isidro, con toros deslucidos, y de cortar un rabo en Córdoba, la expectación por ver a Morante es muy grande. El segundo embiste al capote corto, rebrincado, sin codicia: no cabe lucimiento. Muestra mal estilo en banderillas, vuelve al revés. Lo prueba y, al comprobar que no sirve, desiste, machetea: bronca épica. Al salir el quinto, se sienta en el estribo: división. Con decisión, dibuja verónicas, dos o tres buenas. El toro es huido pero se mueve. Otro lance muy bueno en el quite, aunque el toro no vale nada. Traza tres derechazos preciosos, algunos naturales, hasta que el toro se para. Concluye con muletazos por bajo, a dos manos, muy hermosos, que recuerdan el estilo de Rafael el Gallo. Pero mata muy mal: muchos pitos y algunos aplausos. Demasiado poco para lo que se esperaba.
Un vecino me pasa un papel: «Vientos de fronda sonaron / en la Plaza de Madrid. / Los toros, flojos y mansos, / se apagan como un candil./ La afición, con gran justicia, / se pone fuera de sí. / Se justifica Padilla / con su estilo varonil. / Las faenas de Castella / no parecen tener fin. / Con toros así, no caben / verónicas de alhelí. / Morante tendrá más suerte / cerca del Guadalquivir/. ¿A quién beneficia esta / Beneficencia infeliz? / No a la Fiesta, desde luego, / así me parece a mí. / Con toros tan descastados, / ¿quién va a querer repetir? Con tardes así, la Fiesta / corre riesgo de morir». Y yo lo copio, tal cual.

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