domingo, 7 de octubre de 2012


Palhas con genio

Los diestros solventan la papeleta con oficio

Día 07/10/2012 - 22.26h
A la puerta de Las Ventas, me paro ante el monumento a Antonio Bienvenida. Era espejo de torería y caballerosidad. Por fortuna, a ese héroe sonriente lo hemos visto torear, tantas tardes, y hemos podido charlar con él... Se cumplen ya treinta y siete años de su muerte y nos parece mentira.
Concluye la Feria de Otoño con una ganadería ilustre, Palha, y tres diestros del gusto de Las Ventas. El nombre de Palha merece el respeto de todo aficionado. El tópico tradicional decía que eran “los miuras portugueses” y el “slogan” pregonaba: “Horror, terror y furor: Palha”. Sí valdría para algunos de esta tarde, que ponen a prueba la capacidad y la decisión de los diestros: los tres solventan la papeleta con dignidad y oficio. Extremar el rigor con ellos no sería justo. No ha habido, desde luego, el sopor de otras tardes.
El primero es el único manejable, que se apaga pronto: “un palhilla”, sentencia, certero, el doctor Mariscal. La faena de Robleño es discreta, sin más. El cuarto es un castaño reservón que siembra el pánico, en banderillas. Cuando Fernando intenta estirarse, el toro busca, se defiende, tirando derrotes; se pelea con él por bajo y el público se lo agradece. Mata con decisión. ¡Y algunos no le dejan saludar!
El segundo, un jabonero sucio, va de lejos en la segunda vara. Castaño comienza clásico, por alto; le da distancia; aumenta la emoción cuando le baja mucho la mano, mandando. Aguanta parones pero prolonga la faena. Es prendido y revolcado al matar, volcándose, y pasa a la enfermería. El quinto, descaradísimo de pitones, flojea: enfrentarse a esas “velas” tiene mérito. En banderillas, el toro es reservón: David Adalid se la juega en dos pares magníficos, emocionantes: en Sevilla, le hubieran tocado la música. (Es el mismo que, en Nimes, puso la plaza boca abajo con un par al quiebro, sentado en una silla). El toro embiste descompuesto, rebrincado, buscando. Castaño trastea con oficio: no era fácil estar más lucido, con este toro.
Alberto Aguilar se muestra dispuestísimo, toda la tarde. El tercero derriba espectacularnente, embiste con fiereza, se come la muleta. El diestro se dobla bien; consigue naturales, tragando, con mérito, valiente de verdad. Mata con decisión: ¿por qué no le piden que dé la vuelta al ruedo? El último mansea en varas, embiste con la cara alta. Aguilar sortea derrotes, alarga las difíciles embestidas: no se le puede pedir más.
En tiempos de Antonio Bienvenida, salían más toros así: el público sabía apreciar las dificultades de su lidia. Lo que él no conoció fueron los ataques a las corridas, por separatismo. ¿Qué hubiera opinado de eso? Sin duda, lo mismo que el gran pintor Fernando Botero ha dicho a Natividad Pulido: “Me parece absurdo y doloroso que priven a tanta gente de una pasión como los toros”. Así es.

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