sábado, 24 de noviembre de 2012


  •  'Me ha ganado, ha muerto en la plaza'
    GRANDES DUELOS DEL SIGLO XX
    'Me ha ganado, ha muerto en la plaza'
    JAVIER TORRES
    Belmonte y Joselito El Gallo, El Cordobés y Paco Camino o la batalla permanente entre Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín, que es la que nos ocupa. Desafíos en el albero que trascendieron lo taurino.
  • Al margen del duelo entre Dominguín y Ordóñez, el siglo XX dejó otros enfrentamientos memorables. Mención aparte merece el deJuan Belmonte y Joselito El Gallo en la segunda década del XX, considerada la Edad de Oro de la Tauromaquia.
    Como ambos eran de barrios diferentes de Sevilla, -Belmonte, de Triana; Joselito, muy afín a la Macarena-, eso incentivó aún más la rivalidad. Por eso, los partidarios de El Gallo promovieron la construcción de una plaza que compitiera con la Real Maestranza en la que Belmonte se sentía como en casa. Así, en 1918 surgió La Monumental de Sevilla. Cada plaza –y, por ende, cada torero– representaba una concepción distinta del arte que, sin embargo, no fue obstáculo para que entablaran una buena amistad.
    Tras unas temporadas en las que alternaron con mucho éxito, Joselito y Belmonte compartieron cartel en Madrid el 15 de mayo de 1920. Antes del paseíllo, unos aficionados se acercaron al patio de cuadrillas a increparles: “¡Estafadores, ladrones!”. Belmonte se acercó a uno de ellos y le dijo al oído: “Y si le robamos, ¿por qué no nos denuncia usted a la Policía?”. Tras la corrida, los dos prometieron no volver a torear en Madrid durante un tiempo. Joselito, que toreaba allí al día siguiente, rompió su contrato y se marchó a Talavera de la Reina.
    Su decisión sería fatal, pues en la plaza talaverana encontraría la muerte en los cuernos del quinto de la tarde, Bailador, de la ganadería de la viuda de Ortega. El toro, pequeño y burriciego -solo veía de lejos- le corneó en el vientre en el centro de la plaza, lo que retrasó el auxilio de su cuadrilla.
    La muerte de Joselito pilló a Belmonte jugando al póker en su casa de Madrid. Cuando le dieron la noticia, el genio de Triana apenas articuló palabra: “Me ha ganado, ha muerto en la plaza”.
    La muerte de Joselito no sólo causó un fuerte impacto en Belmonte –que a partir de entonces agudizó su carácter ciclotímico–, sino también entre belmontistas y gallistas, cuya dualidad irreconciliable sólo cesó por la muerte de El Gallo. En su vuelta mortal a Sevilla, el torero fue homenajeado como los grandes: le dieron la última vuelta al ruedo y le sacaron por la Puerta del Príncipe de la Maestranza. También le despidió su Virgen, la Esperanza Macarena, a la que vistieron de luto por primera vez en la historia.
    A esta Edad de Oro le sucedieron la de Plata y la de Bronce, algo que no acabó con los grandes duelos. Uno de ellos lo libraron El Cordobés y Paco Camino, hombres hechos a la antigua. La pelea que tuvieron a puñetazos tras una corrida en Aranjuez resume su manera de entender la Tauromaquia: “Estuvimos sin hablarnos dos meses. Lo que no entiendo es que hoy se besen en un patio de cuadrillas... cualquiera le daba un beso a Dominguín, Ordóñez o Rafael Ortega. Yo al único que le daba un abrazo era a Diego Puerta. Si le beso me da una hostia”, admite Camino.
    Más adelante, el cambio de siglo dejó el penúltimo duelo entre toreros: el de José Tomás y Enrique Ponce. El tremendismo frente a la estética. El misticismo frente al purismo. Como el de Belmonte y Joselito, merece otro capítulo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario