miércoles, 6 de febrero de 2013


Torerísima tarde en La México

Día 06/02/2013 - 17.08h

El público abandona feliz la Monumental pese a los fallos a espadas de Morante, Zotoluco y El Payo

La corrida de anoche en la Plaza México, con la que se festejaban los 67 años de vida del coso más grande del mundo, no fue triunfal, pero sítorerísima.
No se cortaron orejas por las fallas con la espada que cada uno de los tres matadores tuvieron, pero esos mismos tres nos regalaron con unatauromaquia intensa que por momentos hizo vibrar la Monumental capitalina.
Para que valgan la pena, las corridas no a fuerza tienen que estar llenas de orejas. Como tampoco, como sucedió afortunadamente anoche, plagadas de toros de regalo. Y así, sin orejas, todo el mundo salió feliz y no era para menos.
La expectación que había por ver a Morante de la Puebla repetir los mágicos momentos de su presentación la tarde en que cortó dos orejas, era mayúscula. Sólo que esta vez únicamente pudo haber esbozos de aquello.
Su primero fue un buey de carreta y su segundo, con calidad, duró poco de verdad.

La magia de un capote

Sin embargo con el capote el sevillano dejó escapar la magia de sus muñecas y la parsimonia de su caminar, hasta conseguir lances de estética y emoción verdadera. Luego con la muleta hubo instantes en los que se plasmó el arte exquisito del sevillano que no pudo ir a más porque el astado se le acabó muy pronto. Para colmo se puso pesado con la espada y hasta un aviso escuchó.
El maestro Eulalio López «Zotoluco» nos regaló un par de faenas de distinto corte. La primera con un extraordinario toro noble, bravo, emotivo. Al que Eulalio le cuajó sentidos muletazos de temple y buen gusto.
Hay quienes no les gusta ver a este poderoso torero con este tipo de toros, muy válido, pero tanto como que cuando le aparece uno por la puerta de toriles, lo sabe torear a placer. Dejó un espadazo hasta la empuñadura, que no surtió efectos rápidos y se enfrió entonces lo que pudo ser la primera oreja.

Los pitones por las cejas

En su segunda intervención, la faena fue de ungran mérito, ante un animal que llevó siempre la cabeza a media altura, que le pasaba los pitones por las cejas al maestro mexicano, quien no se inmutó y le cuajó pases de verdadero mérito. A este sí lo pinchó y se le esfumó entonces el triunfo.
Lo de El Payo tuvo el mérito de remontar la cuesta en la que se había sumergido su actuación por falta de un buen toro. Tenía la última oportunidad de la noche con el sexto y el carácter, la técnica, el buen gusto, le permitieron hacerse de un animal al que había que toreársele bien para conseguir el buen fondo que tuvo.
Así lo hizo el queretano y al final hasta logró una faena de mucho mérito y más lucimiento que malogró, lastimosamente, con la espada. Perdió los trofeos, no así, algo muy importante que fue el reconocimiento popular.
FICHA

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