lunes, 11 de febrero de 2013


Una buena corrida de Juan Pedro Domecq, un despilfarro

Antonio Nazaré paseó la única oreja que se cortó en el festejo celebrado en la localidad madrileña de Valdemorillo 

10.02.13 - 00:38 - 
Una buena corrida de Juan Pedro Domecq, un despilfarro

El toro que rompió plaza, lombardo, rechoncho y de abierta corona, tuvo el nervio, la prontitud y la movilidad de la casta sedosa. También la bondad propia del toro de Juan Pedro Domecq. Y lo que se llama clase o calidad: recorrido, repetición segura, fijeza, entrega. Era la primera vez que Juan Pedro Domecq lidiaba en Valdemorillo, fue sorpresa en su día el anuncio de la ganadería, y sorpresa doble y mayor ver jugarse una corrida de relevante condición. Variadas pero serias y buenas hechuras en general. Dos lotes de categoría: el de Antonio Nazaré y el de Sergio Flores. Y un lote ni propicio ni imposible: el de Juan del Álamo.
La corrida le gustó a la gente: aplausos fuertes en el arrastre de los cuatro toros de mejor puntuación. El sexto de la tarde, cabezón, bajo de agujas, fue un toro bombón: embestidas dulces, rimadas, las constantes pastueñas que parecen fijadas en la ganadería y en el encaste. En contraste, un cuarto de agreste remate, chorreado en verdugo, ligeramente montado, de anchas culatas, que tuvo por la mano izquierda una embestida profunda, humillada, descolgada, entregada, prístina. Rompió a bueno por la mano derecha un tercero que de salida se había acostado por esa mano precisamente.
Cuatro toros boyantes, con personalidad. No tanto los dos restantes: el segundo de corrida se frenó, tomó engaños al paso o adelantando, tardeó, se lo pensó, se había encogido después de picado y no llegó a remontar. El quinto tuvo su punto mansito, fue mirón, se soltaba de engaños, se empleaba a empellones. Ni segundo ni quinto metieron los riñones en serio. Los otros cuatro, sí.
No hubo apenas premios. Una estocada con derrame cobrada con fe y por derecho por Antonio Nazaré se encontró la generosa recompensa de una oreja, la única de la velada. Antes de la estocada, una faena precipitada, fácil. Se llama toreo ligero. Tal vez no se esperara el torero un regalo tan temprano. Primer toro de corrida y temporada. Al serio cuarto le bajó la mano en dos tandas con la zurda de mucha más entrega y mejor encaje que cualquiera de los protocolos de su primer trabajo. De menos a más esa otra faena, que caló menos en la gente. Otra estocada valiente, pero se precisó del descabello, sonó un aviso y se enfrió de golpe el ambiente.
Juan del Álamo anduvo sereno y firme de partida con el remolón segundo, lo trató con suavidad, un pisotón de muleta, un desarme, un intento de tirar del toro, un arrimón con desplante frontal, media tendida. Tranquilo el torero de Ciudad Rodrigo, que iba a ser el único sin regalo de Reyes, pues el quinto de corrida, con el que pareció acoplado y resuelto en un bonito inicio de faena -listeza para sacar al toro de su querencia-, ni quiso pelear ni se empleó ni estuvo metido en engaños. Un final populista de toreo de rodillas. Aparente temeridad. Y una estocada buena pero trasera.
Sergio Flores les pegó a sus dos buenos toros muchos lances y muchos, muchísimos muletazos. Con la diestra, avenido al canon Manzanares del toreo rehilado más que ligado y a toro tapado por sistema; con la izquierda, abierto, sorprendido en renuncio unas cuantas veces.
El tercero de corrida acabó adelantando por las dos manos. Un par de viajes descompuestos, un desarme, una estocada trasera y caída, de las feas de ver. Sergio es en Valdemorillo, donde lleva viviendo cuatro años, torero del país. En casa estaba toreando, pero la faena que cerró fiesta, bellamente abierta con banderas, se fue desvaneciendo poco a poco. Por repetitiva, por falta de resolución o criterio. Dos pinchazos, dos medias defectuosas, dos avisos. Voló una ocasión.

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