sábado, 21 de julio de 2012


David White, un torero con acento irlandés

«Mi nacionalidad nunca será un obstáculo para que toree», afirma
 
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El irlandés, vestido de corto, mira a Madrid como una de sus ilusiones para el futuro
Diccionario Inteligente
21 Julio 12 - - Marcos Sanchidrián - Madrid
La Fiesta dejó de ser nacional hace mucho tiempo. De hecho, quizá nunca fuera sólo española. Con el desembarco de Colón llegaron los toros y sus ancestrales juegos a América, por no hablar de que fue el francés José Bonaparte quien anuló la prohibición de los toros vigente desde 1805 por Carlos IV. Nada menos que en siete países de dos continentes se celebran festejos taurinos. Pese a los ataques continuados a uno y al otro lado del charco, la curiosidad sigue atravesando fronteras. En este caso, la de Irlanda, donde David White está intentando abrirse hueco en la dura profesión del toreo. Su historia de superación, hace de los toros el arma por la que mereció la pena seguir luchando. «Era futbolista semiprofesional con la intención de hacer carrera, pero con 20 años sufrí una lesión en el tobillo, de la que no me recuperé y no pude volver a jugar al futbol», afirma White.

«Me sentía mal y viajé a España para hacer algo diferente». Quizá buscando una vía de escape para seguir encontrando sentido a la vida. En este periodo de tiempo, en el que vivió en Madrid, se acercó a Las Ventas «para ver una corrida por curiosidad», quedando impregnado de un aroma que le marcó para siempre. Era la primera vez que entraba en una plaza de toros y también que veía a un toro bravo lo que le «impresionó muchísimo». Desde ese momento ya quería torear, «sentir el espectáculo desde el punto de vista del torero». Pero con 22 años veía casi imposible comenzar esa locura.

Academia en California
Año tras año, aprovechaba las vacaciones para viajar a España para empaparse del toro, hasta que en 2007 descubrió «por Internet que había una escuela taurina en San Diego, la «California Academy de Tauromaquia» y cada año hacían una clase de toreo de salón con dos tientas en Salamanca. Ahí, comenzó su verdadera pasión por el toreo.

Lo que le enganchó a la Fiesta fue «el valor y la quietud de los toreros», ya que estaba acostumbrado a «que ese valor que había visto en los deportes tenía que ver con el movimiento y la acción, pero el valor del torero se encontraba en quedarse quieto». Fue demasiado impactante, por lo que «no sabía si sería capaz de hacerlo, pero lo tenía que intentar». En los carteles reza el nombre de «El Irlandés», para que no quede ninguna duda. «Ni mi nacionalidad ni mi edad pueden impedirme torear, al contrario». Al principio, «ni mi familia ni mis amigos comprendían el por qué, pero poco a poco fueron acercándose al toreo, interesándose por lo que hacía». ¿Su  sueño? «Triunfar en Madrid y en el camino, educar taurinamente a más gente de fuera de España para que comprendiera la tauromaquia, o mejor dicho, que incluso disfrute de ella», concluye el novillero irlandés.

Morante fue su inspiración
David White reconoce que hay que tener mucha afición para lanzarse a esta aventura, pero tras varias tomas de contacto y acercamientos hubo un argumento con nombre y apellidos que le empujó definitivamente a la profesión: «El torero que más me inspiró fue Morante de la Puebla, le vi toreando y me di cuenta de todo lo que podía expresar un hombre a través del toreo». Ahora con erales y utreros, el anglosajón intenta imitarlo, es su espejo más patente, y los que le han visto se quedan impactados al ver a un irlandés con el pellizco torero propio de otras latitudes y sus ganas   de hacer las cosas bien.

Aparte de Morante de la Puebla, el torero del escalafón actual que más le gusta es Julián López «El Juli», ya que entiende que es el más completo que ha visto desde que conoció el mundo del toro: «Su técnica es extraordinaria, es capaz de hacer su toreo con la mayoría de los animales que le toca ponerse delante». Pero el saber no ocupa lugar, y David aprovecha cualquier momento para pasar horas y horas viendo videos del toreo antiguo de otras épocas, «porque siempre se aprende algo».

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