lunes, 16 de julio de 2012


Una tarde para el recuerdo en el festejo de Cabeza la Vaca

Antonio Ferrera pasea cuatro orejas, Oliva Soto y el rejoneador Andrés Romero, dos. Al cuarto, de nombre Platillero, se le dio la vuelta al ruedo 

16.07.12 - 00:18 - 
Una tarde para el recuerdo en el festejo de Cabeza la Vaca
Había acudido el público al reclamo del cartel que la empresa Toros de Buendía había montado para las fiestas de San Benito en Cabeza la Vaca hasta cubrir casi en su totalidad los tendidos del centenario coso. Sobre todo por ver a Antonio Ferrera, torero al que en esta localidad se le tiene una verdadera devoción y se le quiere de manera especial por haber dado sus primeros pasos en la profesión en este ruedo. Por eso, el hecho de verle vestido de luces en el año en que conmemora los quince de alternativa tuvo la emotividad del ovacionado recibimiento al partir plaza en el paseíllo.
En primer lugar le tocó en suerte un toro burraco, que ya de inicio evidenció sus pocas fuerzas al quedarse muy corto en el saludo de capote. Tras los tres pares de banderillas que levantaron al público de sus asiento, a quienes brindó una faena en la que puso todos sus conocimientos del temple al servicio de la lidia a base de aguantar a un animal que nunca venía entregado en los engaños y que le medía constantemente, sobre todo por la media embestida que proporcionaba al tomar los vuelos de la muleta que le ofrecía el de Villafranco. Muy por encima de su oponente construyó una faena que concitó la atención del respetable, muy entregado en todo momento a todo cuanto hacía el extremeño en la cara del animal. Lo mató de entera y paseó las dos primeras orejas de la tarde.
Brindis
El cuarto tenía otra condición. Más alegre de salida que sus hermanos fue recibido a la verónica por Ferrera, que le llevó hasta el mismo centro del ruedo lanceándole para luego rematar con una media. Bien picado por Dionisio Grilo, el toro llegó con muchos pies al tercio de banderillas con el que Antonio una vez más enloqueció a los tendidos teniendo que poner un cuarto par ante la aclamación popular. Tras un emotivo brindis a José María Pérez, santo y seña de afición local, hincó las rodillas en el suelo y llevó toreado al de Peñajara hasta el platillo de la plaza formando un auténtico lío, para posteriormente dar una gran serie en redondo a pesar de que el astado protestaba los inicios de muletazos.
Sin embargo, con paciencia, dando los tiempos y las distancias necesarias, fue corrigiéndole el defecto hasta conseguir una faena que llevó el delirio a las gradas sobre todo por el pitón izquierdo, por el que la res se desplazaba con más recorrido, rebosándose en los vuelos, y permitiendo que Ferrera ligase las series al natural con largura y despaciosidad.
Cuando el toro se fue apagando enhebró dos circulares invertidos antesala de la estocada, que fue defectuosa de ejecución lo que hizo que el premio se quedase en solo dos orejas, porque de lo contrario el rabo hubiese también terminado en sus manos. Al animal, de nombre Platillero, se le concedió la vuelta al ruedo.
No había tenido suerte Oliva Soto en su primero, un toro de pelo castaño, muy bonito de hechuras, pero hueco de raza y fuerzas, al que saludó a la verónica flexionando la rodilla y quitó por tafalleras rematadas con una revolera invertida. Inició el trasteo de muleta doblándose con su antagonista para luego intentar torear en redondo ante las escasas, por no decir nulas, acometidas del animal que se apagó rápidamente haciendo imposible que las ganas y la predisposición que se aventuraban en el torero de Camas pudiesen tener recompensa. Mató de estocada entera tras pinchar y tuvo que salir a saludar una cerrada ovación.
En el quinto se pudo quitar la espina. Tras el brindis, y sin más probaturas, se echó la muleta a la derecha y comenzó a enjaretar derechazos en redondo, formando un auténtico alboroto de olés. Si bueno fueron estos no menos resultaron los naturales que le siguieron. Con los hombros relajados, encajado, gustándose y sintiéndose torero fue desgranando pases en una faena muy bien estructurada tanto por uno como por otro pitón. Epilogó su obra con una serie de ayudados por alto y por bajo con los que colocó al toro en suerte. Pinchó de primeras para después dejar una estocada entera. Le fueron pedidas con fuerza las dos orejas que paseó feliz.
Al haber quedado inédito Andrés Romero en el toro que le había correspondido en lidia ordinaria por haber sufrido un colapso durante la lidia quiso la empresa que a la finalización del festejo saliese el sobrero que había dispuesto para rejones. Al cual paró en círculos a lomos de Inquieto, con el que colocó un único rejón de castigo. En el tercio de banderillas apostó por sus dos caballos estrellas. En primer lugar con Cantú, un ejemplar albino de mucha expresión con el que colocó tres palos y luego con el castaño Guajiro, con el que buscó el aplauso fácil a base de desplantes. Cerró su actuación con Bambú, con el que puso tres cortas y una rosa, y mató de certero rejón.
Y para que la fiesta fuese completa se le premió de manera bastante dadivosa con las dos orejas que le permitían abandonar la plaza en hombros junto a sus dos compañeros de cartel.

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