martes, 24 de julio de 2012





Triunfo moral de Juan del Álamo

En un mundo como en el que vivimos, aparente, superficial y más pendiente de la forma que del fondo, resulta difícil que la actuación de Juan del Álamo ayer tarde, en Cuatro Caminos, alcance su verdadera trascendencia. Lamentablemente, la ausencia de la dichosa fotografía que perpetuara para el resto de los días la salida en hombros del joven torero salmantino, impedirá que Del Álamo amortice como merece tan significada tarde de toros. Maldita sea la espada y la suerte suprema.
Dispuso Del Álamo de un primer astado bajo de agujas, enmorrillado, de generoso cuello, ligeramente hecho cuesta arriba y apretado de carnes que, aunque de salida echó las manos por delante, descolgó las embestidas por ambos pitones. Con mayor franqueza y profundidad por el lado izquierdo.
Tomó un puyazo el astado a favor de querencia y en los terrenos de la puerta del patio de caballos. Tras un quite por chicuelinas, examinada la rebrincada y suelta condición de su oponente, el torero tiró del morlaco hasta los medios de tres medidos muletazos.
Encima de la boca de riego, Del Álamo comprobó que la ausencia de raza del toro, provocaba que, si el engaño era conducido por bajo, el toro perdía las manos, si era desplazado a su altura y aire se descomponía. Cambio de mano. Por el pitón izquierdo el astado escarbó y reculó antes de arrancarse por dentro para salirse de la suerte.
Una complicación más: cada vez más cortos los viajes, el animal terminó revolviéndose con manifiesta asperea. Ante semejante papeleta, Juan optó por cerrar al toro entre las tablas y la primera raya de picar, para instrumentar en la corta distancia tres meritorias tandas en redondo.
Entregado a más no poder, satisfecho de superar la adversidad, Del Álamo se desplantó vencedor antes de cobrar una media estocada tendidísima y otra en todo lo alto. Oreja al esportón.
El toro que completó el deslucido encierro de Puerto de San Lorenzo fue difícil de sujetar en el saludo capotero, si bien se movió con alegría y la cara a media altura en el tercio de banderillas. Encastado y siempre a su aire, 'Bilbanoso' se centró en la muleta, cuando Del Álamo flexionó la pierna y abrió los caminos por ambos pitones. Toreó con gusto y empaque el torero charro que dibujó un clamoroso cambio de mano antes de rematar con un pase de pecho. Dos series en las que corrió la mano con gobierno y empastado ritmo, antecedieron al toreo por naturales. Ceñido y profundo, el torero fue prendido por la rodilla en un descuido.
Repuesto del percance, volvió Del Álamo a torear con inusitado relajo y frescura. Compuesta la faena, de sólida estructura e intenso hilo conductor, reiteró los desatinos con la espada. Lástima. Se le escapó una merecida puerta grande. Y la dichosa foto. Con todo, nadie podrá discutir el triunfo moral de un torero que pide sitio en los principales abonos de la temporada.
Miguel Ángel Perera pudo con su primero, un toro manso y bronco que terminó rajado en tablas, antes de reiterar los fallos a espadas y logró tirar hacia delante del cuarto, un informal y desfondado astado al que soportó impávido y entre los pitones sus últimos arreones. Volvió Perera con su segundo a demostrar el mal momento que atraviesa con los aceros.
Poco más que añadir, con respecto a la actuación de Alejandro Talavante. Soportó los constantes cabezazos del segundo y desistió frente al quinto, un toro pegajoso, incómodo y sin fondo con el que protagonizó un auténtico sainete a espadas. Por lo visto, era tarde de bastos. Todos los bastos de la baraja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario