miércoles, 19 de septiembre de 2012


¿Cuándo volverá Tomás?
Nimes se despertó ayer como si hubiese acabado la semana fallera. Tal cual. Un travestismo urbano brutal que te transportaba a la normalidad parecía agredir la memoria de una jornada apasionante e histórica si no queremos contradecir a los periódicos de medio mundo que se había hecho eco de lo pasado durante la jornada anterior. Era una ciudad en perfecto orden en la que nada hacía recordar la cremà tomasista de la víspera, calles limpias, ni rastro de los miles de botes, botellines y vidrios de la La Ina que dilapidó una sociedad, juventud incluida, que se lanzó a la calle para ir a los toros sin complejos. Foie y tortilla de patatas, paellas al borde del delito y los más sofisticados platos de la grandeur francesa que se habían combinado sin recato todo el fin de semana eran puro recuerdo.
Veinte mil almas llenaron el coliseo mañana y tarde, dos días seguidos, dos, al reclamo de José Tomás y sus colegas, los últimos héroes del siglo. Franceses, españoles, mexicanos y ciudadanos del mundo ya habían entonado la salve rociera en la media noche, especie de himno del adiós en pubs y baretos del entorno del coso y ya habían iniciado el viaje de vuelta. Solo las portadas de los periódicos recogían los efectos del tsunami tomasista.
Las autoridades han hecho balance, más de 20 millones llovidos sobre la economía nimeña y su comarca que cargan de razones el futuro de la tauromaquia en la zona. Ochenta vuelos privados en un aeropuerto, el de Nimes, que está sometido habitualmente a una inactividad poco menos que castellonera, era récord de visitantes.
El empresario, Simón Casas, él insiste en denominarse productor de emociones, ahora más que nunca, aparecía exultante y se recuperaba de la catarsis colectiva. '¡Simón, Simón!' le había aclamado parte de la afición cuando el Monstruo enfilaba la puerta de los Cónsules. Querían agradecerle el esfuerzo organizativo que les había llevado hasta allí.
El productor, que declinó saludar a los tendidos por el espectáculo que pudo organizar ya que «los honores son para el artista», que le dio las gracias según pasaba frente a él -«Gracias Simón»-, sí aprovechó y señaló con el dedo a los fundamentalistas del toreo. «Ellos son el peligro, el futuro lo tiene el público en sus manos y el de hoy ha estado perfecto», aseveró. En esa melaza de sensaciones y datos los medios plegábamos los dispositivos, más de 150 títulos acreditados del todo el mundo -nunca vi más chinos corriendo detrás de un torero- los hoteles se vaciaban y de José Tomás ni rastro.
El diestro de Galapagar convive con el misterio, tal cual torea, ya lo dijo Belmonte, se torea como se es y él lo fomenta. Sabemos que se hospedó en un hotel de las afueras de la ciudad, lujo y discreción. Paradójicamente, o no tanto, se llama Le Jardin Secret, no más de diez habitaciones de una señorial mansión con piscina que perteneció a la burguesía local.
También sabemos que José Tomás llegó el viernes a Nimes, acompañado de su mujer y de su hijo de corta edad, que apenas recibió visitas y que pateó la ciudad, solo y de incógnito, gorra de perfil yanqui y gafas de sol como defensa ante curiosos y admiradores, siguiendo un ceremonial que repite en las, para él, corridas de compromiso.
Tranquilidad
Que tras la corrida recibió en el mismo hotel a sus amigos, a no muchos y sólo los más allegados siguiendo otra hábito convertido en norma inviolable, entre los que se encontraba Joaquín Sabina y Vicente Amigo. Su apoderado, Salvador Boix, calificó el triunfo como una conjunción astral y añadió que fue «una mañana histórica». «No lo digo yo, lo dicen las portadas de los periódicos más importantes de España y Francia», dijo exhultante.
Boix, como es habitual en la política informativa del torero madrileño en los últimos tiempos, no ha querido negar ni confirmar los rumores que apuntaban a que la corrida del coso francés iba a ser la última tarde en la que el de Galapagar vistiese de luces. «¿La última? Que digan lo que quieran. La gente es libre de opinar. ¿La última dicen?...». Y añadió que ahora toca descansar «No tenemos otro plan».

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