lunes, 3 de septiembre de 2012


Las Ventas: la ilusión por los veraguas

Deslucida novillada de Prieto de la Cal en el estreno del ciclo de encastes minoritarios

Día 02/09/2012 - 22.21h
Aunque el rótulo no sea afortunado, el ciclo de novilladas programadas por la empresa de Las Ventas posee gran interés, merece el apoyo de los aficionados. ¿«Encastes minoritarios»? No: encastes puros, clásicos, en riesgo de extinción, porque las figuras se apuntan a reses más cómodas. Para el que sepa algo de historia, nombres ilustrísimos: veraguas, gracilianos, santacolomas, coquillas...
Abren el ciclo los míticos veraguas-vazqueños, los jaboneros de Prieto de la Cal. Luis Miguel toreaba toda la camada, conocía bien aquella casa. (Cuenta la leyenda que Rita Hayworth encontró una noche un becerro jabonero en su cuarto de baño: salió gritando, sin preocuparse de vestirse, para regocijo general).
Pero estos toros venían de mucho antes: de aquellos frailes cartujos que se instalaron en Jerez a fines del XV; de los descendientes de Cristóbal Colón; de los Vázquez de Utrera; de la Real Vacada de Aranjuez; del duque de Veragua... Nombres míticos en la historia de la Tauromaquia. A esa historia, a esos jaboneros de extraordinaria belleza ha dedicado André Viard el primer libro de su excelente serie «Tierras taurinas».
Acudimos a la Plaza ilusionados por los veraguas. Por desgracia, la ilusión no se cumple: los dos bonitos jaboneros (1º y 3º) flojean; los demás presentan dificultades, que los novilleros no logran resolver.
Mansea el primero, sobrero de Espartaco. El valenciano Pascual Javier no acierta con la lidia adecuada y mata mal. El cuarto, castaño, queda corto: no logra despegárselo.
Miguel de Pablo, de Colmenar, se muestra bullicioso con el capote y con oficio, en la faena de muleta al segundo, pero mata mal. El quinto, un bonito berrendo en negro, queda corto: Miguel, voluntarioso, aguanta coladas y saca algún derechazo.
El aragonés Miguel Cuartero intenta lancear con estilo al tercero, que mete bien la cabeza. Logra algunos naturales aceptables pero el novillo se derrumba. El último, un torito de 535 kilos, mansea, es pegajoso, complicado, le tropieza demasiado la muleta.
¿Decepción? Sí. He recordado un título de Alejo Carpentier: «Viaje a la semilla». Hay que seguir intentando ese viaje, para recuperar unas riquezas ganaderas que no deben perderse.

CICLO DE ENCASTES MINORITARIOS

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