miércoles, 19 de septiembre de 2012


Un gran toro de Cuvillo, triunfo de Alejandro Talavante

Una corrida decepcionante por baja de casta, pero el regalo de un bravo segundo 

19.09.12 - 00:15 - 
Un gran toro de Cuvillo, triunfo de Alejandro Talavante

Salió, primero, un toro noble, frágil y sin mayor misterio. Picado sin fortuna por el casi infalible Diego Ortiz. Pronto pero claudicante en cuanto se sintió obligado por el toreo de mano baja. Se fue apagando, llegó a caerse y a volverse por falta de fuelle. 'El Juli' anduvo fácil: despegado en los lances de saludo, airoso en los medios en tandas calcadas y repetidas y resignado cuando se cantó del todo que era toro de alma cándida. De no haber enterrado los pitones al salir de la primera vara, o con un mero puyacito, tal vez hubiera resistido el toro algo más. Con solo bondad no brota bravura. Media estocada sin puntilla. 'El Juli' ni se despeinó.
Luego saltó el que iba a ser toro de la corrida y de la tarde. El único, pues la corrida de Cuvillo fue de muy pobre conducta. Fue toro de muy buena nota. De los que galopan, quieren y pueden. Solo hizo el feo de pegarse entre tanto brío un par de escarbaduras.
Gran toro y, por tanto, imposible taparse ni esconderse. Talavante lo trató con soltura desde el arranque: cuatro delantales de largar tela, cosidos con dos chicuelinas más de pueblo que camperas y rematados con media al despojo y no reunida. Picaron al toro lo mínimo pero no lo justo.
Saúl Jiménez Fortes no perdona un quite y ayer se atrevió con cuatro chicuelinas muy verticales, de ajuste y limpieza notables, giro acompasado y vuelo bueno, abrochadas con una larga cambiada en pie, que fue la sorpresa del quite.
La faena de Talavante fue surtida, generosa, rauda, fluida, ni embarullada ni propiamente despejada, ni clásica ni romántica ni moderna, y estuvo marcada por cuatro o cinco notas mayores: la primera, la velocidad; luego, la variedad, a veces agobiante porque los paréntesis intercalados cortaban el ritmo; la firmeza, porque no se le fueron los pies ni una vez; y la desigualdad en el ajuste.
Se celebró. El toro no consentía pausas y atacaba donde fuera. Talavante sorprendió al ligar la arrucina con el molinete y el de pecho, o el molinete con el de la firma, y en una apertura por alto que recordó los tiempos en que tenía por espejo a José Tomás. Las manoletinas previas a la igualada tuvieron, por cierto, ese sello. Con todo eso junto, la faena, trepidante, pecó por exceso de velocidad. No daba tiempo ni a verla ni a saborearla. Una estocada sin piedad ni puntilla. Dos orejas. Cerrada la ovación para el toro en el arrastre.
Ahí se acabó la fiesta. Se puso la cosa cuesta abajo: pitaron con fuerza en el arrastre al cuarto, un toro muy cortito que escarbaba entre viaje y viaje. Llegó a echarse un quinto derrotado en dos varas , claudicante y castigado con un sonoro coro de palmas de tango. No pudo con el rabo un sexto que se derrumbó en dos costaladas y que, sin embargo, estuvo a punto de irse vivo porque a Fortes se le atascó el verduguillo y el toro, aculado en tablas, no descubría.
Comparado con esos tres, el tercero pareció franco sin serlo. Claudicó después de sangrar, como todos, y tuvo siquiera movilidad inicial. Acabó pegajoso por falta de impulso y no por defensivo. Fortes se dejó sentir como muletero de valor. Una faena de agobiante cercanía. Gustaron los péndulos por su encaje firme y el descaro. Un metisaca, una estocada soltando el engaño y cinco descabellos.
Lo que hizo bien de verdad Saúl fue quitar por gaoneras en el quinto toro y en su turno. 'El Juli' se aburrió con el deslucido cuarto; a Talavante se le fue el quinto al suelo en cuanto le pegó dos voces; y Fortes anduvo tan firme como siempre con ese último que se le acabó atragantando.

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