domingo, 9 de septiembre de 2012


La Goyesca de Ronda, un fiasco de tomo y lomo

Corrida mala sin paliativos de Cuvillo

Día 08/09/2012 - 23.05h
Ronda es un espectáculo en sí misma. Y si encima la adornas con su feria de Pedro Romero y la Corrida Goyesca, el cuadro es completo. Claro que para ello los toros, materia prima por excelencia, tienen que embestir. Y como no ocurrió, aunque se cortaron orejas —casi todas olvidadas antes de abandonar la plaza— el triunfo fue menor y menos clamoroso que otros años. Vamos, una Goyesca que no pasará a la historia de la terna ni del ganadero, que echó una mala corrida sin paliativos. A todo ello añadan que el coso no se llenó, algo que no recuerdo desde hace años. ¿La crisis? Vaya usted a saber…
El que abrió plaza fue un toro muy gacho que, aunque tuvo nobleza en sus embestidas, nunca se acabó de entregar. Además, se dio un costalazo tremendo antes de entrar al caballo. Francisco Rivera anduvo desigual con las banderillas y, aunque lo intentó con la muleta, el astado de Cuvillo fue a menos. Lo intentó el torero pero sólo quedó la voluntad. Lo de la espada fue de mitin, torero. No se puede pinchar hasta en ocho ocasiones.
A pies juntos recibió a su segundo, que se desplazó algo más y con el que se gustó en algunos momentos. Tras el puyazo, ofreció Francisco banderillas a sus compañeros de terna. Hombre, con El Fandi no hay problemas, que en esto es el número uno. Talavante, desde luego, cumplió en un par delantero. Pero la gente se divirtió y eso es lo que importa. Se desplazaba más este cuarto y Paquirri aprovechó para construir una faena primero ortodoxa para luego acortar distancias en circulares de espaldas vaciando las embestidas. El trasteo, sin demasiada profundidad, sí tuvo variedad y, sobre todo, medida, algo importante. Se tiró a matar —esta vez sí entró a la primera— y cortó una oreja.
El Fandi se las vio con un toro, el segundo de la tarde, que se colaba de manera descarada buscando hacer presa. Un regalo que desarrolló sentido durante toda la lidia. Se fajó el granadino como pudo en banderillas y pasó las de Caín en el tercio final, ya que estaba siempre pendiente del torero con aviesas intenciones. Lo pasaportó de forma rápida. Algo es algo.
El quinto se derrengó tras estrellarse en el burladero y fue apuntillado en el ruedo. Al sobrero lo recibió con una larga cambiada pero no hubo continuidad con el capote. Ofreció banderillas a Paquirri e hicieron las delicias del respetable, sobre todo en un cuarto par en el que cada uno de ellos puso un palo al violín. La fiesta se presumía. Rodilla en tierra tras brindar a la concurrencia el inicio de trasteo. El toro, bonachón pero sin codicia ni entrega, propició una faena vulgar y sin relieve alguno. Muchos pases sin poso. De la oreja ni me acuerdo…
Talavante debutaba en la Goyesca. Lo hizo lanceando a pies juntos, entremezclando chicuelinas, algo que repitió tras el puyazo. El astado se desplazaba —lo brindó al respetable— y comenzó la faena con estatuarios. Luego, derechazos demasiado eléctricos y rápidos con el aditamento del viento. La faena tuvo muchos altibajos, muchos, y hubo de todo, como en botica. Lo mejor fueron las manoletinas finales y la efectiva estocada, que le valieron, a buen seguro, la oreja.
El colorao sexto hizo concebir esperanzas cuando llegó al tercio final —hasta entonces no había pasado prácticamente nada—. Comienzo muy torero con muletazos cambiados. El toro no acabó de definirse nunca. Algo parecido le pasó a Talavante, que dejó algunos muletazos estimables pero que se perdieron en el espesor de una faena discontinua, pesada y enganchada. Se aburrieron los dos y el toro se echó incluso. Un fiasco de tomo y lomo.

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