jueves, 26 de septiembre de 2013

Ferrera apuesta y gana con un peligroso alcurrucén

Día 24/09/2013 - 22.17h

Valentísimo, dio una vuelta al ruedo de mucho peso en el cierre de la Feria de Logroño

La complicada y seria corrida de Alcurrucén exigió mucho a los toreros, especialmente el cuarto, un toro muy bien armado que vendió cara su vida. Enfrente tuvo a un Antonio Ferrera que pudo haberlo despachado con oficio y allí no hubiera pasado nada. Pero no, el extremeño apostó por poder al peligroso astado hasta el final. El núñezle pidió el carné de torero y el de luces se lo enseñó desde la primera letra hasta la última.
La cosa tomó color y calor en un ajustadísimo par de banderillas al quiebro por los adentros que despertó al público, que hasta ese momento, mediada ya la tarde, no había tenido muchas ocasiones de diversión. Ferrera, ya con la muleta en la mano, se lo sacó a los medios dándole ventajas, sin brusquedades. Una vez allí, estirarse parecía una misión difícil. El toro, con esos dos pavorosos pitones, se quedaba corto, y en la primera serie con la derecha ya se vio el compromiso que había adquirido el de luces. Le consintió mucho y acabó haciéndose con el mando. Por el izquierdo sí que era imposible.

Cada vez más crecido

Los pitones buscaban siempre detrás de la muleta. Ferrera cada vez más crecido, más asentado y más valiente, aguantó parones con los pitones rozándole los bordados, hasta que al final le sopló una tanda al natural que fue un «o pasas o me trincas». Y pasó a medias, pero el público a esas alturas ya se había entregado al derroche de pundonor y valor. Estoconazo, que hubo de precisar el refrendo del descabello. Quería el triunfo, y se quedó solo en el mismísimo platillo de la plaza para dar excelencia al trámite del verduguillo. Pañolada en los tendidos que el presidente ignoró. Lo importante estaba hecho, y la vuelta al ruedo fue en este caso un premio gordo. En el primero, Ferrera anduvo esforzado ante un toro que nunca se entregó.
También lució a un buen nivel el riojano Diego Urdiales, que lo tuvo imposible con el segundo, al que despachó de un espadazo, precisamente el que le faltó para redondear su tarde con el quinto, el de mejor condición de los alcurrucén.
Jiménez Fortes completaba el cartel y dejó una sensación agridulce.
(Lea la crónica completa en la edición impresa de ABC y en Kioskoymas)

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