domingo, 15 de septiembre de 2013

Gran corrida del Puerto en Salamanca con Antonio Ferrera a hombros

Seis toros de gran escaparate y notable condición repartidos equitativamente en un mano a mano sin rivalidad 

15.09.13 - 00:21 - 
Gran corrida del Puerto en Salamanca con Antonio Ferrera a hombros

No falla nunca en Salamanca la corrida del Puerto y se cumplió esa bendita tradición: embistieron los seis toros. La feria se había puesto muy cara después de jugarse el viernes la corrida de jandillas de Montalvo. Le fue a la par la de lisardos y atanasios del Puerto. Corrida ofensiva, pero en tipo y en peso. El más descarado, quinto, fue el más bajo y corto de manos. Y el de más temple de todos aunque durara menos que los demás. Fue corrida de llamativa resistencia: a más los toros , como es propio de la sangre del encaste. Un encaste de dos caras. El sexto, el más en Atanasio, tuvo más motor que ninguno, casta para repartir y bravo temperamento. Toro de la reata de los Bilbaleros, todo lo fiable que pueda una reata serlo.
La media de la corrida apenas superó el listón de los 500 kilos. Los seis toros se cambiaron con un solo puyazo. No fue tarde particularmente afortunada de los piqueros -ni siquiera el Tito Sandoval-, pero, mayor o menor la puntería, y más o menos serio el quebranto, pudieron los seis toros , salieron vivos los seis.
No se aquerenció ninguno, ninguno buscó las tablas ni con la mirada, ninguno se echó a la hora de doblar. Doblaron sin más. El cuarto resistió como un jabato después de que un desafortunado cachetazo lo levantara.
De modo que fue corrida de buena nota. Si el primero de los seis no se hubiera resentido de tres estrellones terribles contra dos burladeros al rematar de salida, habría sido toro de premio, y no dejó de serlo. Según costumbre del ganadero -Lorenzo Fraile-, la corrida de Salamanca salió muy pareja. Virtud añadida fue que cada toro tuviera estilo propio. Sería, muy probablemente, corrida abierta de líneas y sementales. No desdijo ninguno.
Mano a mano o corrida de solo dos matadores. Más lo segundo que lo primero, porque éste era el cuarto duelo del curso con los mismos protagonistas. La pelea de agosto en Gijón, con una corrida de santacolomas, debió de ser épica. Trascendió. Ferrera y Castaño llegaron a verse las caras en la misma enfermería. Heridos uno y otro. Pero salieron con curas provisionales a despachar el resto de corrida. Ferrera tuvo que guardar una semana de convalecencia. No tanto Castaño.
Tal vez en esa cita decidieran firman una tregua final. Esta de Salamanca fue pacífica pelea. La bondad de los seis toros , incluso la de los dos que más arrearon -tercero y sexto-, no invitaba a desafíos. Por su cuenta y riesgo cada uno. Cada uno con su tema. Una partidita de espectadores de una grada de sol estuvo friendo a Ferrera sin mayor razón. La mayoría apoyó sonoramente a Castaño, que jugaba en casa.
Los méritos fueron parecidos. Ferrera estuvo con la espada hecho un cañón: desprendida la primera de las tres estocadas que cobró, trasera y al salto la del quinto toro, redonda la otra. Castaño no le vio la muerte a ninguno de los tres de lote. Ni siquiera al gran sexto, con el que se entregó y hasta se dejó ir en un momento de inspiración. Ni entonces pasó el fielato.
Ferrera lo vio fácil con el capote, como siempre, y no es de ahora, pero las verónicas de mejor compás se las pegó Castaño al segundo de la tarde. Ferrera estuvo atrevido, imaginativo, generoso e incansable con las banderillas.
'El Viti' estaba en el callejón y le brindó el tercio entero del quinto toro. Una charla larga de Ferrera, que se emocionó al brindar. Cosas que se ven desde lejos. Y un último par de los nueve que puso, al cambio y saliendo por los adentros, de riesgo superlativo porque la vía de escape era una ratonera.
Seguro y templado
Más seguro y templado con la muleta Ferrera, que le puso suavizante al tercero, tardó más de lo previsto en acoplarse con el gran primero y se la jugó entre pitones con el quinto porque quería salir a hombros como fuera. Y salió. Esa última fue faena de poso y reposo.
Castaño brilló en las aperturas de faena, pecó de torear por fuera incluso cuando el guión pedía lo contrario, dibujó con el cuarto una bella tanda con la zurda y, en fin, se reencontró muy consigo durante la primera mitad de la que fue faena del cierre. Dos horas y media de festejo. Más corto, habría sido sin duda mucho mejor.

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