sábado, 22 de marzo de 2014

Daniel Luque corta las orejas a un cuvillo de vuelta al ruedo en Valencia

Día 17/03/2014 - 16.18h

Padilla y El Fandi cortan una oreja

Con los tendidos de sol repletos y muy buena entrada en sombra, las reses de Núñez del Cuvillo propician una segunda parte feliz: Padilla y El Fandi, muy voluntariosos, cortan un trofeo; Luque, dos, aprovechando la gran bondad del último, al que se da la vuelta al ruedo.
Coinciden las Fallas y la Tauromaquia en ser fiestas mediterráneas, populares: del pueblo, que - sin demagogias - somos todos. Por eso,cada Plaza tiene su fisonomía. No puede sorprender que la de Valencia sea explosiva, amable, entusiasta. El domingo de Fallas es un festejo de signo popular, que concluye felizmente, para alegría de todos.
Los toros de Núñez del Cuvillo, serios, astifinos, ofrecen un juego interesante pero desigual; algunos flaquean. Son excelentes quinto y sexto.
El primero blandea, se defiende. Padilla muestra su gran oficio en banderillas, le busca las vueltas con la muleta, le saca todo lo que tiene: faena de mérito más que de brillo. Le piden la oreja, que no se concede.
El cuarto, hijo de «Idílico» (el indultado por José Tomás) tardea pero embiste con empuje. Se luce Juan José en cuatro largas de rodillas, con los palos y en un comienzo de faena también de rodillas. Se ve venir el triunfo pero el toro se raja a tablas. Aún así, un gran espadazo desata el entusiasmo: oreja, que pasea con la bandera pirata.
El Fandi despliega en los dos toros todo su repertorio: quites, banderillas espectaculares, muletazos de rodillas. El segundo es flojo, se apaga. El quinto, incierto de salida, va a mejor. Prodiga el diestro suafanoso empeño -diría Borges-; el público corea con palmas el pasodoble (algo impropio de una Plaza). Como toda la tarde, ha habido más cantidad que calidad. Estocada efectiva: oreja.
Luque lleva ya años siendo «la gran esperanza blanca», posee indudables cualidades, debe dar el paso adelante. En el tercero, trastea fácil, ligerito, hasta que el toro se va a tablas, donde ha de matarlo. El último flojea de salida pero va sacando un fondo extraordinario. Luque lo cuida, en una faena muy larga (escucha un aviso antes de entrar a matar) y desigual, que va a más, como el toro. Concluye con sus «luquinas» y una buena estocada, que desata el entusiasmo. El presidente le concede las dos orejas y sale a hombros; también, la justa vuelta al ruedo al gran toro (para el que algunos habían llegado a pedir, exageradamente, el indulto).
Un vecino puntilloso me pasa sus apuntes: hemos presenciado cuatro pares al violín, cinco quites por chicuelinas, innumerables molinetes y pases de rodillas: no ha faltado de nada... Padilla y El Fandi dan todo lo que tienen, sin regateo alguno. A Luque hay que exigirle más, porque tiene condiciones para llegar más alto. Se juega mucho el Domingo de Resurrección, con los Miuras, en Sevilla.
Con el espectáculo del último toro, este buen público sale feliz: igual que Daniel Luque, a hombros. A la Plaza de Valencia, ya anochecida, llegan claramente las músicas de las bandas, que desfilan por las calles: la gran fiesta sigue.

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