sábado, 22 de marzo de 2014

Enrique Ponce: «El toro me empujaba con saña, me acordé de todo...»

Día 21/03/2014 - 19.19h

El torero se recupera de su grave percance en la Feria de Fallas

Enrique Ponce descansa en su habitación de la valenciana Clínica La Salud. El diestro se encuentra bastante bien, dentro de las lógicas molestias. Ha dormido algo, tiene buen color, le han permitido ya levantarse para ir al baño. La cabeza y hasta el humor le funcionan perfectamente.
Le acompañan algunos familiares: su mujer, Paloma, estaba en Madrid, pensaba llegar a Valencia este domingo (Enrique toreaba su segunda corrida de la Feria) con las dos niñas y le preparaba una sorpresa. Se asustó mucho, vino corriendo y ha pasado la noche entera junto a su marido. No se le advierte el cansancio: está ya más tranquila y tan guapa y elegante como siempre. A su lado, su padre,Victoriano Valencia, gran torero, con larga experiencia en estos trances; también, el hermano de Enrique, su otro apoderado, desde la infancia, Juan Ruiz Palomares, y algunos amigos íntimos: Agustín Díaz Yanes, Michael Wigram, Maxi Pérez...
«Luce» Enrique dos vendajes aparatosos en los dos hombros: en el izquierdo, para la clavícula rota; en el derecho, para la cornada en la axila. Comentamos cómo fue el percance: el segundo toro, de Victoriano del Río, de extraño nombre femenino, «Barbuqueja», de 565 kilos, salió manseando, incierto; no parecía apropiado para una faena lucida pero el diestro no lo dudó: lo brindó al cielo, a su abuelo Leandro. Con su «difícil facilidad» –ese tópico que reservamos para los más grandes– lo cuajó por completo desde el comienzo. Sólo quedaba matarlo para cortarle las orejas y abrir de nuevo esa puerta grande por la que tantas veces ha salido.

Derecho como una vela

Se perfiló y entró derecho como una vela. (Bromea ahora conmigo: «¡No me ibas a decir que no los mato!»). El toro le entrampilló por debajo del muslo derecho, rompiéndole la taleguilla pero sin herirle, en una zona de gran peligro. Cayó al suelo y el toro hizo por él. Comentamos la impresionante foto deRober Solsona, en ABC, en que se ve el ojo del toro, con expresión feroz, mientras le hunde el pitón izquierdo por debajo de la hombrera derecha y el diestro se protege la cara con las manos. Todavía le pegó varios derrotes más, caído en la arena: «Pasé un ratito malo. El toro empujaba con saña. Me acordé de todo...»
Llegaron al quite los compañeros; se levantó Enrique conmocionado, manchado de sangre por todas partes, pero muy sereno. Se negó a que le cogieran en brazos, pidió tranquilidad, se mantuvo en pie. Al llegar a la barrera, casi le dobló el dolor, en el pecho. Se volvió para ver caer el toro y miró a la presidencia. Sonríe ahora como un chiquillo: «¡Para ver si me daba la segunda oreja, claro!» Se la dio. Sólo entonces, a pie, con la dignidad de los toreros, caminó hasta la enfermería. Sabía lo que llevaba: «Una cornadita en la axila y la clavícula, mal». Pero sabía también que se había librado, por pelos, de algo mucho peor.

Hasta el cuello

Fueron momentos de gran confusión, entre el público; más aún, por tratarse de un diestro del que suele decirse, por su seguridad, que «no le puede coger un toro». Pero los toros cogen; al mejor torero, suelen herirlo de gravedad, cuando le echan mano: ésta es la quinta cornada grave de Ponce. «La herida es muy grande (25 centímetros)», me dice Paloma. Y Enrique me aclara la trayectoria: «Ha llegado hasta el cuello. Menos mal que ha ido hacia arriba, no hacia el pecho. Y ha sido un milagro que pasara rozando por debajo, sin romperlas, arterias y venas, en un sitio tan delicado...» Lo que más le duele es la clavícula: «Tengo ahí un estropicio de huesos. Ya me partió la otra en Alicante y tardé dos meses en curarme».

¿Reaparición en Sevilla?

¿Qué perspectivas le esperan? Primero, ha de curar la herida; a continuación y cuanto antes mejor, operar la fractura. Ahora mismo, tiene la duda de qué doctor lo hará: «Confío plenamente en los de Valencia pero quizá sea mejor, para toda la familia, que me vaya a Madrid, a casa». Le gasto la broma: «Creo que te pierdes el festival del próximo sábado”. Se ríe: “¡Si sólo fuera eso...!» Ya está pensando en Sevilla: «¡Sería muy bonito reaparecer en la Maestranza! Si no pudiera ir el primer día, por lo menos, el segundo...» Pero los médicos le han insistido en que hay que darle a la fractura el tiempo que sea necesario.
Está contento Ponce de cómo cuajó el toro pero le duele no haber podido matar el cuarto, «Copito», que salió estupendo: «Quizá debimos haberlo echado el primero. O quizá no... Si no me hiere, ése podría haber sido el del rabo que persigo cortar, en Valencia...» Así son los toreros: desde la cama de la Clínica, gravemente herido, sigue soñando en el toro.

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