domingo, 23 de marzo de 2014

El rejoneador que leía el periódico a los caballos

Día 23/03/2014 - 17.23h

Luis Mahillo García, criado entre toros y corceles, probó suerte en el arte de Marialva

A sus 72 años, a Luis Mahillo García no le interesan los homenajes, a pesar de que ya lleva unos pocos a cuestas, y prefiere pasar sus días domando y criando caballos, un animal al que ha consagrado su vida, y que le ha convertido en uno de los expertos españoles más reconocidos fuera de las fronteras.
Aún así, este cordobés deberá afrontar el próximo domingo 29 de marzo un nuevo homenaje, que en esta ocasión le brinda la flor y nata del mundo ecuestre español en la finca El Capricho de Córdoba, ciudad que es la cuna del caballo español.
En una entrevista con Efe, Mahillo confiesa que estuvo a punto de decir que no al homenaje, y que si no lo hizo fue por no quedar mal con los amigos e instituciones que lo han hecho posible, a los que está muy agradecido a pesar de que le cargan con una «responsabilidad».

Entre caballos y toros

«Los homenajes nunca me han gustado», apostilla este experto en el mundo del caballo, al que se ha dedicado desde una perspectiva integral, puesto que ha sido ganadero, criador, domador, jinete, concursante, rejoneador, conferenciante y juez nacional de doma vaquera y acoso y derribo, entre otras facetas.
Dice que su «idilio» con el caballo empezó desde su nacimiento, al ser hijo del encargado de la yeguada de Moratalla, y por haberse criado «entre caballos y toros», a los que dedicaba gran parte de su tiempo mientras seguía con sus estudios, que culminaron con una plaza en la antigua Universidad Laboral de Córdoba.
No obstante, ni sus estudios ni su posterior responsabilidad como profesor en la Escuela de Ingeniería Técnica de Córdoba lo alejaron del mundo del caballo, que él llama su «droga».

Matar el gusanillo

Su figura ya era conocida como ganadero cuando a finales de los 60 se convirtió en uno de los pioneros en concursos de doma vaquera, o cuando con posterioridad, de la mano de Victoriano Valencia (torero y apoderado de Ponce), hizo sus pinitos «matando el gusanillo» como rejoneador, un salto que cree que «hoy sería imposible que se repitiera por la calidad de los caballos».
A partir de entonces, por «dedicación y curiosidad» se empezó a interesar por la técnica, la morfología y la psique del caballo español, al que considera «el ideal para la doma sabia» y del que destaca su belleza, resistencia y rusticidad.
Recuerda algunas de sus «inexplicables» experiencias a lomos de sus numerosos caballos, algunos de los cuales le hacían sentir que existía «una conexión especial».
«Una de las cosas que me enseñó mi padre es que hay que leer el periódico con un potro, en la cuadra, porque eso crea una corriente psíquica, eléctrica y simpatizante que ayuda muchísimo», dice sonriente Mahillo, que concluye que, como ocurre con todo en la vida, al caballo «hay que ir conquistándolo poco a poco».

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