Emoción y angustia en los tendidos cuando David Mora se echó el capote a la espalda con el sobrero. Gaoneras de infarto que acabaron con una espeluznante cogida, por fortuna sin consecuencias. «Estoy bien. Doy las gracias a todas las vírgenes y los santos que me acompañan, porque ha sido un milagro que me escapara de la cornada».
No olvidará fácilmente a un manso de pesadilla: «Iba a la hombrera contraria; cuando buscaba la colocación, se descolocaba, y encima no mostraba el peligro que tenía». Una joyita. «Como decía el maestroChenel -manifestó a los micrófonos de Canal Plus- es esa clase de toro con el que apuestas y no te da nada, salvo mandarte a la cama». Mora subrayó su disposición, como en el quinto, «un buey que llevaba la cara como si te embiste un primo que no tiene ni idea». Ya piensa en su dos próximas citas venteñas y en cambiar el signo: «Me quedan cuatro cartuchos más para lograrlo».
En la mente de Antonio Nazaré golpeaba el triunfo desde que pisó la Monumental: «Lo necesito como el aire, pero no ha sido posible, aunque al primero le he hecho una faena importante y Madrid ha visto mi buen momento».
Matías Tejela, que confesó que este San Isidro era «distinto por motivos personales», lamentó no tener opción de recompensa: «Si el primero fue imposible, el cuarto aún más».
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