jueves, 23 de mayo de 2013


Iván Fandiño derrama su sangre en la Corrida de la Prensa

Día 22/05/2013 - 23.41h

Resulta herido de gravedad y corta una oreja

Iván Fandiño sufre una cornada grave, a la hora de matar, y su cuadrilla pasea un merecido trofeo. Sucede todo esto en el segundo toro,«Grosella», hermano -creo- del que indultó José Tomás en Nimes. Lo recibe Iván con firmes verónicas, abierto el compás. Le pegan muy poco en varas (el toro anterior había claudicado demasiado). Se duele mucho en banderillas, una señal preocupante. Fandiño no lo duda:ayudados por alto valientes pero que no contribuyen al dominio.
El toro se mueve, galopa, un poco rebrincado. Se suceden los derechazos con vibración; por la izquierda, la res va peor. Los muletazos mejores llegan cuando el toro se templa un poco. No es una faena perfecta porque las embestidas son irregulares pero sí tiene emoción auténtica.Tarda el toro en igualar y pincha en lo alto. La segunda vez, con impecable estilo, con el pecho por delante, se vuelca y cobra la estocada a cambio de ser herido gravemente. Es un momento de gran emoción: el diestro se resiste a que se lo lleven, mientras el toro va a caer; intenta El Boni un torniquete pero se impone la realidad. Lo conducen a la enfermería y su cuadrilla pasea la oreja, en medio de una clamorosa ovación.
El resto de la corrida no alcanza este nivel artístico ni de emoción. El primer toro, un bonito ensabanado, se deja en una vuelta de campana las pocas fuerzas que tenía. En la muleta, se cae repetidamente. El Cidsólo puede matarlo con acierto.

Templadas verónicas

El cuarto responde a su nombre, «Bonito», y es muy manejable. Lo recibe El Cid con templadas verónicas y delantales. Hace pobre pelea en varas. Dos excelentes pares de Alcalareño, que saluda. En la muleta,galopa con alegría pero flaquea. El diestro le da distancia, lo embarca, conduce la noble embestida. En cada serie, se distancia: sólo en la tercera le coge de verdad el temple. El toro se apaga. Se ha rozado el triunfo.
Mata en último lugar el que correspondía a Fandiño, tiene el buen gesto de brindarlo a su cuadrilla. Muletea con limpieza. El toro, como varios de sus hermanos, es noble pero tardea, se apaga, flaquea. Se justifica El Cid en las cercanías: sale reconciliado con el público de Madrid.
Daniel Luque le corresponde el lote menos lucido. Cuida el tercero, que brinda al público, pero se viene abajo: resulta flojo, deslucido, incierto, con peligro. Muletea con apuros y lo despacha con eficacia. Tampoco es fácil su segundo: no se entrega, sale con la cara alta, se para, no transmite emoción alguna. Luque muletea en el centro pero le afean la colocación. Ni el toro ni él calientan al público.

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