A las siete en punto, el banderillero Valentín Luján abre la Sala de Toreros. Seriedad en el rictus de Alejandro Talavante, que cruza presto el patio de cuadrillas hasta alcanzar el ruedo. Se desmontera y mira al cielo en busca de un más allá sin nombre. Se palpa la emotividad en la temperatura de Polo Norte de un Madrid que está que arde ante el reto y que acaba congelado.
Ha llegado la hora de lidiar, a los victorinos y al viento, que no dio tregua. De ello se lamentó el protagonista: «Hay que pelear contra muchos elementos. La corrida se está poniendo muy dura y difícil», manifestó a los micrófonos de Canal Plus tras sus auténticos naturales al tercero. «He estado muy de verdad, me lo he pasado muy cerca y lo he matado; la pena es que no se ha echado. A ver si podemos con esto». Pero todo se complicó aún más...
Y al rematar la victorinada se pronunció así: «No ha embestido ni un toro por derecho. La corrida ha tenido peligro sordo, todo se ha puesto a la contra, pero esto forma parte del toreo». Ojos de tristeza ydesencanto de Talavante cuando abandonaba la plaza al filo de las nueve: «Como tantas tardes en Madrid, no ha pasado nada».
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