domingo, 19 de mayo de 2013


Decepcionante tarde de Talavante y Victorino en San Isidro

Día 18/05/2013 - 23.55h

Sólo se viven momentos emocionantes en el tercero

La noticia escueta, ante todo: Alejandro Talavante mata en solitario seis toros de Victorino sin lograr trofeos. Sólo roza el triunfo en el tercero, el único que embiste con nobleza y emoción, pero lo estropea con los aceros.
Los toros de Victorino no dan buen juego: algunos son pitados de salida, por chicos; varios, en el arrastre. No se le puede negar a Talavante decisión; sí echo de menos, en cambio, la variedad en capote y muleta, así como la experiencia para dar la lidia adecuada a estos toros.
El primero acude pegajoso al capote; sin celo, al caballo. La primera tanda de derechazos es discreta; en la segunda, el toro saca genio: la faena se trunca. Mata Talavante con decisión pero sin fortuna.
El segundo es complicado: reservón, andarín, rebrincado. Se producen dos desarmes seguidos en el capote. Alejandro traga en los muletazos pero el toro hace hilo, derrota al final de cada pase. Palmas a la voluntad. Mata con decisión.
El tercero, el de más peso, sale alegre: verónicas apuradas. En varas, tardea, mansea, pero mejora en la muleta. Vivimos el primero (y, en definitiva, único) momento glorioso de la tarde. Tragando mucho, el diestro logra naturales emocionantes, con «lo que hay que tener» porque el toro vuelve rápido. Va peor por la derecha. Vuelve a los naturales, lentos, a pies juntos. Tenía cortado ya un trofeo, por lo menos, pero lo pierde todo con el descabello. (¿Por qué no da la vuelta al ruedo?). A la Ocasión, los clásicos la pintaban con un solo pelo: hay que agarrarlo fuertemente, cuando pasa...
El cuarto mansea, hace sonar el estribo. Quite por chicuelinas (el único de la tarde). Naturales discretos pero sin emoción. El diestro parece acusar el bajón por no haber rematado el triunfo, en el toro anterior. Surgen los primeros pitos para él.
En el quinto vivimos el segundo momento feliz: humilla mucho, en el capote, y surgen verónicas aclamadas. Pero el toro se apaga, queda corto y flojo. Se escuchan gritos contra el ganadero. El diestro se justifica, en las cercanías, pero mata mal.
El último no se entrega, queda muy apagado. Alejandro, que ha salido ya con la espada de verdad, corta por lo sano y mata caído. Decepción general. Le despiden con pitos y alguna almohadilla. No es justo. Sea cual sea el desenlace, el gesto merece respeto y reconocimiento

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