domingo, 25 de agosto de 2013

Alberto Aguilar, valentísimo con un gigantón

Día 25/08/2013 - 10.54h
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El diestro madrileño corta una oreja a un sobrero de casi setecientos kilos

En una tarde muy desapacible, con viento, lluvia y tres toros devueltos por flojos, vivimos algo muy emocionante. El tercer sobrero, del Puerto de San Lorenzo, pesa 676 kilos. Le corresponde a Alberto Aguilar, que no es alto ni corpulento. La desproporción de tamaño impresiona. El diestro acaba cortando un trofeo, merecidísimo, después de una actuación que, sin hacer literatura barata, roza lo heroico.
Los toros charros de Adelaida Rodríguez ( procedencia, Lisardo Sánchez) responden sólo a medias: muy bien armados, astifinos, son nobles 2º, 4º y 6º pero varios flojean.
El tercer toro es incierto, corretón, huído a chiqueros. David Mora lo sujeta, corre la mano con majestad. La faena se desluce por las caídas de la res y su embestida informal. Mata mal. Hace el esfuerzo en el último. Juega los brazos con gusto, a la verónica, realiza una faena templada, con naturales lentos, pero es difícil ya calentar una tarde tan fría. Ha de mejorar con la espada.
Javier Castaño parece acusar la cornada de Gijón, no encontrarse en plenitud. Lidia bien al primero, que flojea. Se luce su extraordinaria cuadrilla. El toro tardea, prueba, se apaga muy pronto. Javier ha de volver al estilo encimista de su primera época: metido entre los pitones, aguanta sin inmutarse hasta que el toro se para. No mata bien.
En el cuarto toro presenciamos una actuación memorable – una más – de su cuadrilla. Tito Sandoval demuestra lo hermosa que es la suerte de varas cuando se realiza bien: mueve al caballo, llama al toro, pica arriba, mide el castigo; todo eso, tres veces, cada una de ellas a mayor distancia. Al mismo nivel están Marco Galán, que lidia los dos toros, y, con los palos, David Adalid y Fernando Sánchez: el primero, espera, reúne; el segundo, anda con marchosería antes de clavar perfectamente. ¡Un extraordinario espectáculo! El mérito hay que extenderlo a su matador, por el acierto de haberlos elegido y la generosidad de permitir que se luzcan, con un protagonismo que otros diestros no tolerarían. Después, Castaño lidia clásico, tira bien del toro pero éste se hace daño y se raja. Mata mal.
Debuta en Bilbao con éxito Alberto Aguilar, muestra su progreso. En el segundo bis, corre turno, se muestra muy decidido, lleva toda la lidia, le desafía con majeza, muletea por los dos lados muy de verdad. Pierde por la espada la oreja que ya tenía. En quinto lugar, devuelven al sobrero de la ganadería titular y a otro del Puerto de San Lorenzo. El quinto tris (llamémoslo así) es el gigantón del Puerto, un toraco tremendo, alto, largo, enorme. Brinda al público, no se aflige, tiene la suerte de que el tremendo toro resulta manejable . Alberto lo aprovecha por completo, lo ve claro, le echa – como dice la zarzuela – “lo que hay que tener”. El final de faena, en tablas, resulta impresionante, con muletazos lentísimos a esa mole... Mata entregándose: justísima oreja.
No olvidaremos esta faena de Aguilar (David contra Goliat) ni a la extraordinaria cuadrilla de Javier Castaño.

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