domingo, 11 de agosto de 2013

 Juan José Padilla: «Me miro al espejo con orgullo»

Día 11/08/2013 - 03.19h

El Ciclón de Jerez, ejemplo de superación tras su terrible cornada en el ojo, es el líder del escalafón de toreros

Juan José Padilla: «Me miro al espejo con orgullo»
ROQUE MARTÍNEZ
Es su segunda temporada después del gravísimo percance sufrido en la plaza de Zaragoza que a punto estuvo de costarle la vida. Pero Juan José Padilla (Jerez de la Frontera, 1973) ha sido capaz de dar una lección de fuerza de voluntad y superación difíciles de contemplar hoy en día. Lidera el escalafón taurino y no sólo torea más que nadie sino que lo está haciendo con todas las figuras y en todos los cosos y ferias de responsabilidad.
–¿Cómo asimila todo lo que está experimentando?
–Lo estoy viviendo muy intensamente. Estoy muy feliz, de verdad. Lógicamente, con la responsabilidad que conlleva estar en este circuito. Estoy ocupando un lugar preeminente y lo que intento, en todo momento, es llevarlo con felicidad e ilusión. Esto es lo que he soñado muchas veces desde que quiero ser torero y ahora esos sueños se están cumpliendo.
–Algo muy distinto a lo que acontecía antes de la grave cornada de Zaragoza.
Las cosas en el toreo, como en la vida, salen o no salen. Ahora, después del percance ha venido lo que siempre he anhelado. Me ha costado mucho llegar hasta aquí. No tengo rencor a nadie y sí agradecimiento a muchas personas, sobre todo a aquellas que siempre confiaron en mí.
–Usted nunca dio nada por perdido en los ruedos.
–Así es. Dentro de las dificultades de la profesión, de salir a flote, no puedo olvidar los años tan difíciles y tan duros que he vivido. Recuerdo una corrida de Carlos Núñez en un festejo a beneficio de Andex en la Maestranza, donde corté una oreja. Toreaba con Martín Pareja Obregón y Juan Cuéllar. Ese triunfo me dio la oportunidad de ir a Pamplona, a la de Miura. Corté tres orejas y a partir de ese momento comencé a entrar en todas las ferias. Claro, en las corridas duras. Pero encantando de estar en todas las ferias. Y nunca he puesto ninguna pega. Sabía que tenía que tener la respuesta del público y la satisfacción del deber cumplido.
–Pero no me negará que, después de la terrible cornada de Zaragoza, su entorno le aconsejaría que lo dejase…
–Es cierto. Y lo comprendo. Mis padres, mi mujer, los compañeros, mis amigos… solían decirme que había que pensarlo mucho y tomar la decisión más apropiada. Pero con tranquilidad. Yo les escuchaba con todo el cariño del mundo, pero la decisión de torear es la que ha salvado al hombre. Y lo digo como lo siento. Estaba sumido en la angustia, por lo que comprendí que era fundamental involucrarme en la profesión. Pensaba, y sigo pensando, que no tiene por qué volver a pasar algo como lo de Zaragoza. Así que me preparé a conciencia y aquí estoy.
–Todo eso se lo debe, en el aspecto médico, a dos personas principalmente.
–Estar en el cielo con San Pedro y bajar hasta la tierra de nuevo (ríe) se lo debo al doctor Valcarreres, que aquella tarde me envió al hospital y eso hizo que me salvara la vida. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido por todo lo que hizo en ese tiempo en el que estuve en Zaragoza y cómo me atendió y cuidó de mí. Y junto a él, el doctor García Perla, en Sevilla, que se ha convertido en un amigo. Me ha dado muchísima seguridad. Recuerdo que cuando le pregunté por mi futuro, me dijo: «Tú puedes hacer una vida normal. Y si tu ilusión es torear, voy a hacer todo lo posible para que así sea». Y así ha sido, gracias a Dios.
–¿Y qué me dice de Lidia, su esposa, y Paloma y Martín, sus hijos?
–(Respira hondo antes de contestar). Son el equilibrio de mi balanza. Supe, entendí y asimilé que había un antes y un después de la cornada. Vino en un momento de madurez, con mis hijos, mi mujer, con una familia extraordinaria. Me pega un golpe bajo. Así que un día me miré al espejo y afronté la realidad. El verdadero valor viene ahí. No soy ni más ni menos que nadie. La sociedad me ha dado la verdadera dimensión. Sentí la necesidad de devolverles la felicidad, de entrenarme, de montar con mis hijos en bicicleta, de llevarlos al colegio. Y qué puedo decir de Lidia. No le he visto una lágrima nunca y sí siempre una sonrisa en los labios en los momentos más difíciles. Dios le da esa fuerza. Y ha vivido junto a mí, intensamente, mi recuperación.
–Pero me imagino que, durante todo ese tiempo y hasta que reapareció en marzo de 2012 en Olivenza, por su cabeza se le pasarían muchas cosas, incluso dejar la profesión...
–Rápidamente me di cuenta de que afrontar el reto de volver a los ruedos era fundamental. Por eso, cuando peor estaba de ánimos, me comprometí a no fallar en las revisiones y recuperaciones y a no fallar a mi gente del toro. Eso me ha dado fuerzas para no venirme abajo en ningún momento.
–Ahora, en cambio, está disfrutando.
–Sí, sí, estoy disfrutando. Tenía guardado en mis adentros mi pasión por mi profesión. Para eso se encargó el maestro Rafael Ortega de inculcarme todos los valores: profundizar con el capote, mostrarme poderoso, el sentido de la colocación… Lo que ocurre es que antes, quizá, no podía demostrarlo. Ahora, a los toros a los que me enfrento les echo la muleta adelante y te obedecen. Pero no pierdo mi identidad y sigo siendo el torero que todos conocen alegre en la plaza, y esa ilusión incluso la transmito en toros a los que no se les puede sacar partido.
–Le ha costado mucho llegar aquí. ¿Qué es lo que más le puede preocupar ahora mismo a Juan José Padilla?
–A todos nos preocupa mantenernos. Es difícil llegar arriba pero más lo es mantenerse. Para eso te tienen que ayudar los toros. Me preocupa defraudar a los públicos, a las empresas. Muchas veces me dicen que lo tengo todo ya conseguido. Pero no es así. Ha sido como empezar de cero, sorprendiendo a propios y a extraños. Por eso estoy disfrutando de momentos maravillosos.
–¿Y con qué disfruta más?
-Sobre todo con la etapa que estoy viviendo. Tengo ilusión por cada corrida, cuando hago las maletas para viajar; los compromisos, verme con las figuras del toreo en esa puerta de cuadrilla… No estaba en ese circuito y ahora lo estoy viviendo intensamente. Y puedo decir que aquí no hay compadreo. Ni una sola de las figuras se deja ganar la pelea.
–En este antes y después también es partícipe, cuando torea, su esposa y sus hijos.
–Me los llevo de viaje cuando toreo. Paloma es una aficionada tremenda. Martín menos y aunque me acompaña algunas veces no le gusta ir a la plaza. Está ahora mismo en una edad en la que solo quiere jugar. Por eso mismo, en medio de tanto ajetreo en plena temporada, en cuanto tengo un día libre sin torear, me vengo para casa aunque tenga que recorrerme mil kilómetros. Ahora están de vacaciones y aprovechamos el día para ir a la playa o para estar juntos. Es fundamental.
–¿Ha merecido la pena todo lo que ha pasado Juan José Padilla?
–(No duda a la hora de responder). Sí, ha merecido la pena. El sufrimiento es parte de la historia de un hombre y de un torero. Y cuando me miro al espejo cada mañana lo hago con orgullo. Y le doy gracias a Dios por poder afrontar la vida así. Todos los días tengo motivos para estarle agradecido.

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