sábado, 25 de agosto de 2012


«Carjutillo»

No todos los toros pueden ser como el de Samuel Flores, pero entre él y los de esta tarde hay términos medios

Día 25/08/2012 - 13.09h
«Carjutillo»
EFE
Jiménez Fortes sufrió una cogida en el tercer toro
En el patio de la Plaza de Vista Alegre se exhibe, junto a otras, la cabeza disecada del toro «Carjutillo», de Samuel Flores, de impresionante arboladura, muy abierto de pitones. Sigue causando sensación a todos los que lo ven: produce pavor, sorpresa... Y una pregunta inevitable: ¿cómo se pudo torear a «esto»?
Lo lidió Enrique Ponce el 22 de agosto del 2003: fue el cuarto de la tarde, tenía casi cinco años y no cabía en la muleta; además, sus embestidas fueron feroces, violentas. El diestro mostró, en esa faena, su habitual claridad de ideas: no le dudó, se dobló con él, eligió los terrenos más adecuados, lo probó, le fue enseñando a embestir... Hizo todo eso sin gesticular, con esa aparente facilidad que es privilegio de los más grandes. Al final, consiguió, incluso, un par de tandas con ritmo. No cortó orejas, por matar a la tercera, pero le dieron el trofeo a la mejor faena de la Feria.
Los datos de Enrique Ponce no tienen parangón, en la historia: el número de corridas toreadas; los toros indultados; las diez temporadas seguidas superando las cien tardes. No ha rehuido Plazas, rivales, ganaderías, encastes. (Acaba de recordar Manolo Molés que le falta sólo uno para haber matado los cincuenta toros de Victorino Martín). No le ha importado aparecer en televisión...
En su actual otoño dorado, no rehúye una Feria como la de Bilbao, una de sus Plazas favoritas. Elige dos hierros de diferente dificultad (presuntamente): Juan Pedro Domecq y Alcurrucén. Los primeros decepcionan por su falta de casta y fuerza.
El primer juampedro sale ya muy templado y flojo. Después de un picotazo, traza Ponce elegantes delantales. Dibuja preciososderechazos, desmayando la mano, con la res imantada en la muleta. Dos molinetes abren la serie de naturales, con vistoso remate. Por la derecha, el dominio y la naturalidad es total; cierra con doblones muy suaves, con la rodilla flexionada. Estocada desprendida: oreja. Con un toro así, Ponce ni se despeina: está, prácticamente, jugando al toro. Admira su facilidad, su elegancia, pero falta la emoción del toro encastado.
Recibe con verónicas al cuarto, más serio, que flaquea después del primer puyazo. Cuida la lidia. A la muleta embiste mortecino, entre caídas. Le va sacando muletazos, cruzándose al pitón contrario, pero el toro es un marmolillo que no transmite nada. Se escucha una voz: «¡Más toro y menos Domecq!». Mata a la tercera.

Larga espera

Se resiste a salir el segundo toro: una escena insólita, que dura doce minutos. El tan esperado «Desafío» embiste bondadoso. Se luce Luque en las verónicas. Pica bien Benito Quinta. Acude irregular a la muleta: tardea, se para, saca geniecito... Daniel se muestra dispuesto, le saca lo que el toro tiene, que es muy poco.
Devuelven el quinto, por falto de trapío y de fuerzas. El sobrero es un «Abad» al que tratan con respeto: apenas lo pican. ¿A dónde va la suerte de varas, incluso en Bilbao? Otro toro insulso, flojo. Buenos muletazos de Luque pero la emoción sólo surge cuando el diestro se cae en la cara del toro. Prolonga mucho la faena.
Sale suelto el tercero, recibido con algunos pitos. Embiste ya a cámara lenta (¡antes de varas!) al capote de Jiménez Fortes. Apenas lo pican. Quita Ponce por verónicas y una larga; replica Jiménez Fortes, combinando verónicas y chicuelinas. El toro se queda corto, dos desarmes deslucen la faena. En un circular invertido (una de sus especialidades) se lo echa a los lomos; aguanta, impávido, en la cercanía. Entra a matar con decisión pero hace guardia: ovación al valor. Pasa a la enfermeríacornada de dos trayectorias (10 y 15 cms.) en el muslo izquierdo.
Pero se empeña en salir a matar al sexto: un gesto de torero. Quita por gaoneras, señalan sólo el segundo puyazo. Dos buenos pares de Trujillo. Jiménez Fortes muestra su valor sereno pero el toro derrota y engancha, en un trasteo prolongado. Al final, surge la nueva cogida. Se ha justificado plenamente. Recibe una fuerte ovación de despedida y vuelve a la enfermería para ser atendido de la cornada anterior.
No todos los toros pueden ser como «Carjutillo» pero entre él y los de esta tarde hay términos medios; de trapío, de casta y de fuerza... En una corrida de toros insulsos, escribió Corrochano: «Gallito y Belmonte se peinan muy bien. Al final, no se les había movido un pelo». Siempre es un placer ver torear a Ponce pero me gusta más cuando los toros le exigen despeinarse. Veremos con los de Alcurrucén...

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