sábado, 25 de agosto de 2012


Padilla desata la locura con «Bailador»

El diestro jerezano estuvo en Ciclón, en estado puro, con guiños a la galería, molinetes y una tanda de complicidades con el tendido

Día 25/08/2012 - 13.10h
«¡Fuera presidente!», exclamaba la plaza a coro cuando Juan José Padilla empuñó la espada para enviar al paraíso de la nobleza al cuarto toro de Capea, que lidió un conjunto apto para el triunfo. Bautizado con aquel nombre maldito de «Bailador», se creció el ejemplar tras empujar con brío en el caballo ante la emoción de la señora ganadera.
Padilla estuvo en Ciclón, en estado puro, con guiños a la galería, molinetes y una tanda de complicidades con el tendido. Locura y pasión. En la abundancia de derechazos, un sector pidió que probase la zurda. Allá que fue el huracán gaditano, por el pitón en el que luce ese parche en el ojo que lo convierte en más John que Juan. Rugían los gritos de «¡torero, torero!» mientras el murube danzaba de dulce y con cierta castita. La masa, enloquecida con el derroche padillista, pidió el perdón.
Doña Carmen Lorenzo también agitó el pañuelo junto a su pupila Verónica, encantadas desde un palco con el «Bailador» que las hizo soñar con la música más dulce. Pero seamos serios: la cosa no era tanto como para el indulto, y el usía se mantuvo en su sitio. Justa fue la vuelta al ruedo en el arrastre para un notable toro; apoteósico el paseo del anillo del gladiador acompañado de su hijo, que se aferró a las dos orejas en una estampa entrañable. La mirada del pequeño al veterano guerrero nos trasladó al valle de la inocencia y a la enésima resurrección del héroe Padilla.
Antes del cuarto, casi nada. En la primera parte hubo unos 140 muletazos, cada cual con su correspondiente dosis de vulgaridad y piquitos, más a diestro que siniestro. Si le sumamos las largas cambiadas de Padilla –que ya se había embolsado un trofeo– y El Fandi –con un animal que sirvió–, los números se salen de la calculadora. Talavante, pese a no mostrar su mejor versión, pareció el coronel del pelotóncon el rebrincado tercero.
...Y llegó el quinto, un mansito que iba y venía a la muleta de Fandila. ¡Ay, qué muleta! Digamos que la cosa bullanguera fue como una relación a distancia, en la que no se arrimó a su «amante» salvo para tocar los cuartos traseros.Pinchó y se esfumó el premio, pero se anotó ¡el primer aviso de la feria! A Talavante no le acompañó la fortuna en el sorteo: no merecía la corrida un broche como el mansurrón sexto.

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